Insidious (2010)

A pesar de mi evidente obsesión por cultivarme en los géneros más grotescos del cine, nunca he sido muy aficionado al terror en su vertiente moderna, ya que a lo largo de los años he desarrollado un rechazo hacia este género, que normalmente se transmite a través de malas historias recicladas, inevitablemente acompañadas de súbitos y fortísimos ruidos. Por fortuna, incluso dentro del mainstream fílmico, existen algunos realizadores que siguen interesados en aterrorizar con una buena historia.

La primera parte de Saw convirtió al malayo James Wan en uno de los directores de terror más solicitados y en el creador de una de las sagas de horror más exitosas de la historia, sin embargo, el cerebralismo mostrado en dicha obra se perdió en sus posteriores incursiones fílmicas.
Insidious es el regreso de Wan al camino del éxito y a la recuperación de ese terror clásico, en donde la historia retoma su papel primordial y el horror se transmite a la audiencia mediante excelentes manejos de cámara, que descubren a Wan como un verdadero conocedor de los cánones de dicho género.
Una vez más se utiliza a una familia de clase media norteamericana como el foco de una serie de desgracias, que tienen su origen en el misterioso y súbito coma en el que entra uno de sus pequeños hijos, que vendrá acompañado de sucesos paranormales y apariciones que harán suponer que la casa en la que viven se encuentra embrujada, suposición que poco a poco irá transformándose en algo mucho peor.
Desde la absolutamente perfecta secuencia inicial del filme, en donde la lentitud de una cámara que fluye sin detenerse demuestra ser más terrorífica que cualquier salto súbito, el espectador se da cuenta que Insidious pretende ser una cinta diferente y hasta cierto punto lo logra, balanceando con gran habilidad todos los elementos que desembocarán en la frenética media hora final y dándose incluso el lujo de introducir unas cuantas situaciones humorísticas tan excelentes como sutiles.
A pesar de algunos pequeños errores lógicos en el planteamiento de la historia y de las, en ocasiones, flojas actuaciones de Patrick Wilson y Rose Byrne, que terminan siendo el único defecto evidente de la película, Insidious es altamente disfrutable. El uso de un guión que se esfuerza por ser interesante y que es capaz de atemorizar sin derramar una sola gota de sangre, se combina con secuencias visualmente extraordinarias en las que se puede palpar la influencia que han tenido en Wan maestros del género como Dario Argento.
En definitiva, James Wan nos ha regalado una cinta refrescante e inteligente en el repetitivo mundo del terror cinematográfico, que lo coloca nuevamente como un cineasta que hay que vigilar de cerca.

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