En uno de los homenajes más conmovedores profesados hacia la figura de Divine, drag queen suprema y musa irremplazable del director más emblemático del trash norteamericano, John Waters, el cantante Antony Hegarty, con su incomparable vibrato, declamaba a voz en pecho y audiblemente emocionado “Divine, oh Divine // falling like a picture of time. // Oh he was the mother of America // He was my self-determined guru // Myself, I hold your big fat heart in my hands…”
A 25 años de su muerte, suena difícil concebir un filme que cuente algo nuevo sobre Harris Glenn Milstead, mejor conocido como “the queen of filth“, mejor conocido como Divine, y mejor conocido como una de las figuras más polémicas e interesantes que ha dado el cine a lo largo de sus poco más de cien años de existencia. Un hombre del que se ha dicho ya prácticamente todo, y del que se han creado incontables documentos fílmicos que con morboso interés analizan su atípica historia, destacando por encima de ese gran cuerpo investigativo el profundo esfuerzo documental realizado por Steve Yeager, quien en varias incursiones fílmicas analizó a profundidad tanto el cine de Waters como la trayectoria de Divine.
I am Divine es tal vez la obra más completa que se haya hecho sobre Harris Glenn Milstead, básicamente porque el trabajo recopilatorio de Yeager, principal competencia de este nuevo filme, se encuentra seccionado en varias cintas y piezas televisivas que además son de difícil obtención.
Dirigido por Jeffrey Schwarz, I am Divine recorre de principio a fin la vida de Harris, desde la conflictiva relación con sus padres y su proceso de descubrimiento homosexual, hasta el encuentro con John Waters y la fundación de los Dreamlanders, colectivo desquiciado de actores que participaron en las primeras odas maniáticas de Waters, como Mondo Trasho o 10,000 Maniacs y que se consagraron con la extraordinaria Trash Trilogy, compuesta por Desperate Living, Female Trouble y la consentida de los cines de medianoche neoyorquinos, Pink Flamingos.
A pesar de lo nostálgica que puede resultar la recapitulación de las andanzas de los Dreamlanders, inmersos en la más desaforada incertidumbre vital y poseedores de una patológica pasión por incendiar cualquier regla moral, I am Divine tiene un desarrollo completamente mediocre, reminiscente de los especiales televisivos de MTV: Behind the Music, lo que deja al filme de Jeffrey Schwarz muy lejos de esos esfuerzos documentalistas modernos que, basados muchas veces en filmaciones antiguas, consiguen engalanarlas con un innovador montaje o arreglo secuencial.
A pesar de todo, durante hora y media se vuelven a revivir escenas cinematográficas grotescas y maravillosas, así como anécdotas que desafían la lógica moral más elemental, de la mano de un joven John Waters de pelo largo y complexión heroinómana que, siempre sonriente, dirigía un hermoso ejército de lunáticos de donde brotaba, cubierto por lodo, cabellos de colores eléctricos y mucha brillantina, un hombre que en otros tiempos habría sido un simple desecho social, pero que gracias a una increíble cadena de casualidades se transformó en un bastión ideológico y artístico inmortal. Y sí, ese hombre era divino.