Heli (2013)

En una de las secuencias del tercer largometraje de Amat Escalante, nuevo consentido del festival de Cannes y discípulo predilecto de Carlos Reygadas, el joven protagonista, de nombre Heli, en un arrebato de furia, se introduce con machete en mano en la noche de un anónimo pueblo perdido de Guanajuato, que habita junto a su padre, su esposa adolescente, su hija y su hermana. La cámara, en un dramático contrapicado y con nula iluminación artificial, filma la desesperada descarga de furia del personaje principal que, desde su tremebunda desolación existencial, troza una enorme cactácea, metáfora del escudo nacional de un país que no sólo lo ha abandonado, sino que lo ha mutilado emocionalmente con saña depredadora. En ese momento, el espectador ya no sabe si está viendo imágenes captadas por el dúo Escalante/Hagerman, o por aquel virtuosísimo Gabriel Figueroa de Río escondido, sin embargo, algo queda muy en claro, Escalante jamás había sido capaz de transmitir emociones tan poderosas como esas, y el espectáculo visual y emocional que despliega en Heli es algo digno de reverencia.

A lo largo de ocho años, desde el estreno de su ópera prima, Sangre, Escalante ha desarrollado y refinado un estilo que en Heli se siente por primera vez auténtico y suyo. Lejos queda el shock por el shock, disfrazado de crítica social, que exhibió el director mexicano en esa especie de Funny Games fronteriza titulada Los bastardos, el Escalante de Heli es un hombre maduro que ha dejado de utilizar el impacto de ciertas escenas de ultraviolencia como un fin, para incorporarlo como un elemento narrativo enriquecedor del argumento central que, a diferencia de sus previas incursiones, ahora se presenta rico en matices y plagado de múltiples lecturas.

Heli narra la historia de un muchacho, arquetipo del mexicano pobre pero honrado, que cae en desgracia cuando el novio de su pequeña hermana, un ingenuo prospecto de militar, oculta dos paquetes con cocaína en el tinaco de su casa. Es entonces que se desata una pesadilla de desaforada crueldad, que Escalante utiliza para pintar un cuadro sobre el sino de aquellos incautos que, ya sea buscándolo, o por azares del destino, caen en el perverso juego de lealtades y traiciones del narcotráfico.

En la estructura narrativa de la cinta, Escalante plantea cuatro polos principales, cada uno representando a un determinado sector del pueblo mexicano que, antes de enfrentarse a la maldad, conserva hasta cierto punto una inocencia humanizadora.

En primer lugar tenemos a Heli, interpretado por el inexperto pero entregadísimo Armando Espitia, quien se transforma en una metáfora de la fuerza laboral mexicana, honrada y sacrificada, que día con día asume la elección de condenarse a la intrascendencia de un trabajo rutinario y mal pagado, con tal de no someterse ante la ilegalidad y el dinero fácil.

Un segundo polo emana del personaje de Linda González, quien da vida al espíritu colectivo de todas esas esposas y madres que, alejadas de los niveles de equidad que se exhiben en las grandes ciudades, pasan sus días recluídas en las labores domésticas, transformándose en testigos silenciosos del hundimiento y desmembramiento de sus familias.

El tercer polo surge de la hermana menor de Heli, interpretada por una estupenda Andrea Vergara, quien encarna al personaje más desolador de la historia y que, desde la más exquisita delicadeza narrativa, enarbola la tragedia de esa infancia truncada que se transforma, a través de la barbarie, en una inesperada adultez.

Finalmente, el último polo de la inocencia primigenia en la cinta, y tal vez el más patético, es el del cadete de 17 años que, desde la más enternecedora ingenuidad, que aunada a otros elementos constituye un fuerte ataque de Escalante a la composición del ejército mexicano, pretende desposar a la pequeña hermana de Heli y comprar la felicidad con la venta de dos paquetes de cocaína.

A lo largo de casi dos horas de metraje, Escalante se dedica a destruir la inocencia de sus cuatro polos narrativos, en una trama que queda enmarcada por el extraordinario poderío visual del director mexicano que, a través de un conjunto de secuencias meticulosamente planeadas, consigue transformar esa apatía generada por el constante bombardeo mediático de atrocidades, en asombro y horror auténticos, ante una realidad ya conocida pero brillantemente representada.

Heli es una película muy importante para el cine mexicano, reivindicadora del trabajo de un director que por primera vez demuestra sus capacidades a plenitud y que, independientemente de su trascendencia en el palmarés de Cannes, es en sí misma una obra de arte extremadamente poderosa.

De noche, cuando me acuesto // a Dios le pido olvidarte“. Y luego, la imagen de Heli en cuclillas, como un zopilote en medio de los hierbajos. Devorando una carroña inerte, anónima, inservible. Ay, Escalante.

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