Nunca había sido muy adepto a la animación japonesa hasta que vi la primera parte de Ghost in the Shell. Su poco común mezcla de originalidad, complejidad filosófica y apabullante belleza visual me conquistaron por completo.
Por alguna razón que no alcanzo a comprender, no ví la segunda parte de esta saga hasta ahora y vaya que me arrepiento. Ghost in the Shell 2: Innocence, es una impactante muestra de las posibilidades artísticas de la animación y del gran nivel de complejidad narrativa que puede tener una cinta animada.
La historia sigue a Batô, un policía cyborg que fungía como personaje secundario en la primera parte y que ahora intentará desentrañar lo que se esconde detrás de una serie de asesinatos perpetrados por una prostituta robot.
Desde los primeros segundos, el director Mamuro Oshii le deja en claro al espectador que lo que va a ver será un espectáculo sin precedentes, ya que inmediatamente nos encontramos sumergidos en un mundo totalmente increíble, dotado de una colosal imaginación en donde la realidad se mezcla con lo onírico de forma casi imperceptible.
Innocence tiene un sinfín de influencias palpables y Oshii no teme mostrarlas claramente, de forma que introdujo en el guión una gran cantidad de diálogos extraídos de obras clásicas de la literatura, que en conjunto dan origen a la filosofía que envuelve la película. Así también hace un excelente homenaje al perturbador artista alemán Hans Bellmer, tomando una de sus muñecas articuladas como modelo para las prostitutas cibernéticas.
La aventura para encontrar el origen de las misteriosas gynoids, que a pesar de ser androides tienen un alma, se desarrolla con un poderío visual que creo no haber visto hasta hoy en ninguna otra cinta animada, a tal grado que hay una serie de escenas que en conjunción con el también maravilloso soundtrack de Kenji Kawai lograron darme escalofríos.
Si me pusiera quisquilloso, el único problema real de esta película sería su complejidad narrativa, ya que algunos de los conceptos manejados quedan un poco en el aire y ciertas escenas no terminan de resolverse de forma lógica, por lo que es probable que a algunos les parezca un poco pesada. Sin embargo este filme, que compitió por la Palma de Oro en Cannes (y perdió frente al ridículo Michael Moore), constituye un increíble logro en el campo de la animación, del género cyberpunk y del cine en general.