A lo largo de mi vida nunca he sido un cinéfilo asiduo a las comedias. Que quede claro que no es debido a que las considere un género inferior o simplón, sino porque en la mayoría de las ocasiones simplemente no las disfruto. Sin embargo, de vez en cuando, una de las miles de comedias que se filman anualmente en Hollywood llama mi atención.
No sé que fue lo que me motivó a ver Get Him to the Greek, pero el segundo trabajo de Nicholas Stoller como director logró lo que pocas comedias consiguen, hacerme reir.
El protagonista de la historia es Jonah Hill (Superbad), empleado de una discográfica dirigida por el ridículamente gracioso Sean P. Diddy Combs y al que le encargan traer a América a un famoso rockero, que gracias al fracaso de su último disco ha visto su éxito súbitamente truncado.
La idea detrás del viaje es organizar un concierto que reviva la carrera del artista y con esto la venta de su catálogo discográfico, sin embargo, lo que inicialmente parece una tarea fácil se convertirá en un auténtico infierno gracias al desenfreno del cantante.
A pesar de que Hill es teóricamente el protagonista de la cinta, las casi dos horas de película triunfan gracias a la actuación de Russel Brand, que en su papel de rockstar inglés, mezcla de Pete Doherty, Amy Whinehouse y Keith Richards, logra sacar muchas carcajadas en situaciones que, aunque no son nuevas, se presentan con un humor que me resultó completamente acertado.
La travesía, plagada de sexo, drogas y rock and roll, cae muchas veces en los clichés de las comedias americanas, pero la forma en la que se presenta, aunada a las apariciones de una gran cantidad de figuras del panorama musical contemporáneo y a las letras memorables de las canciones del protagonista rockero, generan en su conjunto una película bastante divertida.
En definitiva, Get Him to the Greek no es un filme para recordar pero les aseguro que les hará pasar un buen rato.