Gake no ue no Ponyo (Ponyo) (2008)

No es ningún secreto que la animación tradicional sigue viva gracias a las productoras japonesas. Los paupérrimos esfuerzos de estudios gigantes como Disney por volver a la animación tradicional han probado ser mucho menos rentables que las impactantes producciones tridimensionales de Pixar, sin embargo los japoneses siguen teniendo fe en un arte que se rehusa a morir.

Hayao Miyazaki es una de las figuras más respetadas en el mundo de la animación contemporánea, esto debido a que, mientras estudios como Warner Brothers y Disney han visto fracasar sus producciones de animación tradicional al recurrir a historias recicladas e intrascendentes, Miyazaki y la productora Ghibli se enfocan con cada nueva creación en historias poco comunes, ingeniosas, divertidas y con grandes aspiraciones artísticas.
Ponyo es la más reciente película de Miyazaki después de la bien recibida Howl’s Moving Castle. Una vez más se muestra evidente la preocupación del director por la problemática ecológica mundial, planteando la historia de Sosuke, un niño que encuentra un pez dorado que ha escapado del cautiverio en el que se encontraba bajo la protección de un humano que asume el papel de guardián del mar.
La trama, construida con mucha delicadeza, se centra en la relación de Sosuke con Ponyo, el pez dorado que se convierte en sirena por lamer una herida del protagonista y que, a pesar de la misantropía del guardián del mar, decide completar su transformación para ser humano, situación que traerá una desgracia marítima al pequeño pueblo costero donde vive Sosuke con su padre pescador y su madre.
Miyazaki transforma el pueblo de Sosuke en un microcosmos del mundo y expone de forma muy sutil y acertada el devenir de los acontecimientos ecológicos que han sacudido recientemente a la humanidad.
La animación, totalmente tradicional, se reduce a su mínima expresión y nos priva del placer visual desplegado en películas como El Viaje de Chihiro, sin embargo me atrevo a suponer que esto fue intencionalmente desarrollado para transmitir ese sentimiento de bella simplicidad que rodea a la historia.
Ponyo, a pesar de ser una película que no alcanza la complejidad y la calidad de las obras magnas de Miyazaki, es un tierno relato de amor infantil, que constituye además un estupendo retrato de la sociedad japonesa y su ideal armónico entre naturaleza y hombre.
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