Frances Ha (2012)

El creciente nivel de libertad que ha ganado la población occidental a partir de la revolución industrial es una de las grandes maravillas de la modernidad. El hombre, a pesar de seguir siendo un pequeño engranaje dentro de un complejísimo mecanismo social, se puede permitir ahora el lujo de reposar, de elucubrar, de recorrer el mundo y de asimilarlo como nunca antes. La elección del área de trabajo en nuestros días puede ser una opción en lugar de una imposición; el interés por la creación y difusión del arte se ha multiplicado exponencialmente, así como las posibilidades de desarrollar una vida satisfactoria a partir de disciplinas que hace doscientos años tenían poco valor o estaban reservadas a la aristocracia. En definitiva: bendita modernidad.

Sin embargo, la creciente libertad del individuo ha generado vicios y taras sociales cada vez más dramáticos, evidenciando que no cualquiera puede manejar de forma “responsable” o “inteligente” dicha libertad. Frances Ha, el más reciente esfuerzo fílmico escrito y dirigido por Noah Baumbach, es un elocuente retrato de ese sector social norteamericano clasemediero que, al ver el extraordinario mundo de posibilidades que, a diferencia de sus padres, le ha sido otorgado prácticamente de facto, se ve completamente abrumado e incapaz de asir un objetivo concreto, viviendo a la deriva y soñando con el día en que pueda concretar algo, lo que sea, pero algo.
Con Frances Ha, Baumbach genera una obra que me conflictúa a muchos niveles. Por un lado es un estupendo retrato de ese sector social generalizado muchas veces bajo el calificativo “hipster”, describiendo a las mil maravillas y de forma completamente creíble sus costumbres, su vida sexual, pero sobre todo su terriblemente insatisfactorio y autoflagelante estado psíquico. El problema es que, a pesar de lo anterior, los personajes retratados en la cinta resultan enervantes, simplones e idiotas, no por un problema guionístico o de calidad en la actuación, sino porque esa es precisamente la esencia de la película que, al exhibirse perfectamente lograda, no hace mas que generarme un desasosiego y un enfado insoportables.

Durante hora y media de metraje el filme sigue el devenir de Frances, una bailarina con nulo talento que intenta sobresalir en el competidísimo ambiente artístico neoyorquino, perdida en la ensoñación del fracaso constante y añorando un futuro exitoso que, a pesar de la esperanzadora conclusión de la cinta, sabemos que nunca llegará. Baumbach, en colaboración con Greta Gerwig, quien además de interpretar al personaje principal de la película colaboró en la escritura del guión, plasma en pantalla el universo profundamente naive de la protagonista, aderezándolo con personajes igualmente vacíos que, según ellos, forman parte del “mundo del arte”, pero que al final del día tienen que rendirle cuenta a sus padres para obtener el cheque de la renta y continuar, por voluntad propia y pose, inmersos en sus atormentadas vidas de creadores fracasados.

El filme, bellamente fotografiado por la lente de Sam Levy, no puede recibir ningún reproche en cuanto a sus aspectos técnicos. Tanto Greta Gerwig como el cúmulo de actores secundarios hacen un gran trabajo que, aderezado con música de David Bowie, Paul McCartney, Mozart, etc. y con un guión que refleja a todas vistas una gran credibilidad, debería dar como resultado una experiencia altamente recomendable. Sin embargo espero nunca tener, en lo que me resta de vida, que volver a ver esta cinta.

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