El retrato que Fernando Arrabal, uno de los dramaturgos más importantes de España y fundador del desenfrenado movimiento pánico junto a Alejandro Jodorowsky y Roland Topor, hizo sobre la España convulsa que lo vio nacer y a la que analiza desde los ojos de una pareja que termina siendo la pareja primigenia, es sencillamente insuperable y se ha convertido con el paso del tiempo en una de las obras teatrales más extraordinarias que nos haya dejado el siglo pasado.
Arrabal presenta como centro de su obra a Fando y Lis, una pareja que va en busca de la mítica ciudad Tar, a la que nadie ha llegado nunca pero a la que todos quieren llegar. A lo largo de la obra Tar puede interpretarse como la felicidad individual, como la felicidad en pareja, como el éxito personal, como el éxito social, como el sentido de la vida. Sin embargo el camino no es sencillo y Fando y Lis se mueven en círculos, desorientados y perdidos.
Fando, el arquetipo del hombre, fuerte, violento, visceral y con un corazón de niño que lo ama todo pero al mismo tiempo no sabe que hacer con ese todo, lleva a Lis, su amante paralítica en un carrito que arrastra por caminos polvorientos que le prometen un destino inexistente. Lis, el arquetipo de la mujer, físicamente débil al punto de la parálisis pero cerebral y calculadora, es la contraparte de esta pareja que fundamenta su convivencia en la culpa, el odio y la violencia que solo puede engendrar el más puro amor.
Alejandro Jodorowsky presentaba Fando y Lis, su primera incursión fílmica, en el festival de Acapulco en 1968, trece años después del estreno de la obra de Arrabal. El público quedó completamente horrorizado. Las imágenes con las que Jodorowsky adaptaba la célebre obra de teatro emanaban un deseo por golpear directamente al espectador con imágenes impactantes, cargadas tanto de simbolismos y poesía como de una implacable violencia, deseo que este polémico director mantuvo durante toda su carrera fílmica.
Existen miles de anécdotas relacionadas con el estreno de la cinta, como la destrucción del cine donde se exhibió o la cacería que Emilio “el indio” Fernández, actor y director mexicano de la época, emprendió para encontrar a Jodorowsky y matarlo. La controversia estaba servida.
Si la relación que planteaba Arrabal entre Fando y Lis ya era intensamente cruel y violenta, Jodorowsky, ayudado por su innata comprensión de la imagen y por la invaluable ayuda de su inseparable fotógrafo Rafael Corkidi, creó un viaje al que adornó con sus propios demonios, construyendo personajes que no aparecían en la obra de Arrabal pero que dan como resultado una película completamente adelantada a su tiempo, que incluso ahora no resulta fácil de asimilar pero que tiene un valor artístico incalculable.
Las tres máximas del movimiento pánico: el terror, el humor y la simultaneidad, son representadas de forma brillante por Jodorowsky, quien decide apostarlo todo en esta cinta y no dar una sola concesión al espectador, el cual sufrirá inicialmente la serie de imágenes perturbadoras y aparentemente inconexas que, acompañadas de una banda sonora compuesta por chillidos, rasguños y ruidos tremendamente exagerados, lo invitarán a abandonar la sala de cine. Aquellos que superen la prueba y permanezcan en sus asientos descubrirán un filme extraordinario.
Sergio Kleiner y Diana Mariscal, Fando y Lis respectivamente, se comprometen de forma absoluta con sus personajes y lo dan absolutamente todo por un proyecto que a todas luces parecía no tener la más mínima posibilidad de éxito. Sin embargo, la pasión creativa de todo el equipo que Jodorowsky reunió y filmó durante varios fines de semana en deshuesaderos de automóviles y parajes pedregosos remotos, logró compensar la falta de presupuesto con una imaginación desbordante capaz de crear un mundo salido de la cabeza de Arrabal, de la de Jodorowsky, de Dante y su Divina comedia, de Hieronymus Bosch y de un grupo de hombres que querían hacer un nuevo cine. Los pánicos.
Fando y Lis es una obra clave en la historia del cine mexicano, cine que a lo largo de toda su historia siempre ha tenido una fuerte vertiente surrealista en sus películas más emblemáticas y que ahora, gracias a la re-edición de estos filmes en DVD vuelve a revalorar a Arrabal y a Jodorowsky como los genios que son.