Odio el calificativo “obra maestra”. La pedantería que supone calificar de absolutamente perfecta a una obra de arte simplemente me revuelve el estómago, ya que la percepción del arte involucra una enorme componente subjetiva en cada individuo que es imposible obviar. Sin embargo, la cercanía del nuevo trabajo cinematográfico de Gaspar Noé a la que para mí es la perfección, me deja atónito.
No puedo pensar en un calificativo más acertado para describir a Enter the Void que: importante. Esta cinta es un hecho absolutamente trascendente para la historia de la cinematografía mundial y puedo imaginar perfectamente a los estudiantes de cine, dentro de unos años, deconstruyendo minuto a minuto las interminables secuencias de esta magna obra de arte.
La total obsesión de Gaspar Noé por innovar, lo ha llevado a territorios insospechados a los que pocos cineastas se han atrevido a ir, en parte por no tener la capacidad creativa necesaria y en parte por temor a encontrar la ruina de sus carreras. Afortunadamente la temeridad de Noé no conoció límites durante los tres años que tardó en editar la que hasta el momento es su obra más sobresaliente, engañando hábilmente a sus productores, al venderles un guión que sería como “otro divertido Trainspotting“, pero que durante la filmación tomó un radical y oscuro desvío.
El alma es el personaje central de este viaje al vacío, en el que Noé relata la vida de dos hermanos dentro de un Tokyo nocturno que fluye entre luces y grotescos sueños de neón. Los inseparables protagonistas coexisten en esta fantasía nihilista, donde la ciudad, que juega el papel corruptor de la historia, los ha convertido en una bailarina exótica y un adicto traficante de droga.
El simple pero bellísimo guión de Noé, sigue al alma del protagonista durante los diferentes procesos que debe atravesar de acuerdo a la creencia tibetana de la muerte, después de ser asesinado a tiros en el sucio baño de un bar. La relativa simplicidad del guión se ve magnificada por el absolutamente increíble viaje sensorial que la película pone ante los ojos y oídos del espectador, ya que durante las dos horas y media de metraje todo es visto a través de los ojos del protagonista.
Las actuaciones de Paz de la Huerta y Cyril Roy son impecables, así como la banda sonora compuesta por salvaje música electrónica y los clásicos sonidos de loops interminables que Noé había utilizado con anterioridad en Irreversible.
Enter the Void no es una película que me atrevería a recomendar por su innegable densidad, por su complejidad y por sus brutales escenas que pueden herir la sensibilidad de cualquier espectador normal, cualidades por las que, a pesar de haberse estrenado en el festival de Cannes del 2009 todavía no ha conseguido una buena distribución internacional, sin embargo la experiencia es definitivamente inolvidable y personalmente dudo que este año vaya a tener la oportunidad de ver una película que me emocione a este grado.