Drive (2011)

Nicolas Winding Refn ha evolucionado mucho desde que hace más de quince años maravilló a propios y extraños con su descarnada Pusher, cinta que lo colocó en el mapa de todos los críticos y que posteriormente se transformaría en una exitosa trilogía sobre el oscuro mundo del narcotráfico en Dinamarca. Ya desde ese momento las irrefutables capacidades estilísticas y narrativas de Refn quedaban patentes, pero es en Drive, filme que lo hizo acreedor al galardón al mejor director en Cannes, que el palpable talento de Refn estalla por completo.

Influenciada por Bullit y planteada como un homenaje al existencialismo de Alejandro Jodorowsky, según palabras del propio Refn, Drive es una fantasía fílmica alucinante compuesta por dos elementos principales: la insuperable actuación de Ryan Gosling y la hiper estilizada atmósfera que satura cada segundo del metraje, la cual puede palparse desde la brillante secuencia inicial en la que un misterioso chofer ayuda a dos asaltantes a escapar de la escena del crimen con una habilidad pasmosa.

Mucho más deudora de Lynch que de Jodorowsky, Drive cuenta la historia de un hombre que trabaja en un taller mecánico, mientras que en su tiempo libre conduce automóviles como doble de cintas de acción y presta sus servicios de brillante conductor para proporcionar escape a los perpetradores de cualquier tipo de crimen.

Ryan Gosling da vida a una especie de Alain Delon moderno, cuyas pautas narrativas de solemnidad y frialdad las proporciona James Sallis en la novela de la que se deriva el guión de la cinta, pero cuya interpretación es sin lugar a dudas inspirada por ese inolvidable samurái de Jean Pierre Melville, cuya hipersensibilidad emocional se oculta siempre bajo un enigmático e inamovible rostro. Dichos ingredientes, al agruparse, dan como resultado un personaje inolvidable, que revive el olvidado concepto de lo que es un “tipo duro” y que estoy convencido de que se convertirá en un apasionado objeto de culto.

Una vez más el amor es el origen de todos los desaguisados del filme y la vida metódica y controlada del protagonista se verá trastornada por el romance que éste, contra su buen juicio, desarrolla con la rubia Carey Mulligan cuyo esposo presidiario pronto será liberado.

Drive se desliza en una atmósfera que funciona como un remix nostálgico de los oscuros ochentas, pero actualizada con todos los cánones del hype contemporáneo, creando una experiencia visual y auditiva absolutamente fantástica, que sacrifica sin miedo el realismo de algunas secuencias para sumergir al espectador en una especie de sueño denso, por el que a veces logran colarse algunos rayos de luz pero que mayormente se conduce en las tinieblas.

Por si fuera poco, el elenco secundario es espectacular y la triada compuesta por Ron Pearlman, Albert Brooks y Bryan Cranston termina por colocar el broche de oro a este triunfo cinematográfico que vibra con unos acordes que, independientemente de la polémica acerca de quién los compuso, exudan el maravilloso estilo del Angelo Badalamenti de Lost Highway.

Con Drive Refn firma la que hasta el momento es su mejor película. Una obra que además de involucrarme emocionalmente hasta el último segundo, consiguió que desarrollara un enfermizo deseo por adquirir una chamarra blanca con un alacrán amarillo bordado en la espalda.

 

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