Da 5 Bloods (2020)

¡Excelentes tipos aquellos caníbales! 

Eran hombres con los que se podía trabajar,
y aún hoy les estoy agradecido. Y, después de todo, 
no se devoraban los unos a los otros en mi presencia…
Joseph Conrad – Heart of Darkness

Hoy más que nunca el fantasma del racismo parece invencible, y mientras el mundo colapsa con manifestaciones que alzan la voz contra los actos de violencia policial homicida producto de una mezcla grotesca de irresponsabilidad y racismo sistémico, en el otro lado de la moneda una gran cantidad de seres humanos (más de los que estamos dispuestos a creer) defienden esa práctica ideológica que en resumidas cuentas establece la estratificación de la población en ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Vidas valiosas y vidas desechables.

Curiosamente el mayor error ideológico en torno al racismo radica en creer que podemos llegar a ser completamente inmunes a sus preceptos. El racismo y el clasismo habitan en la cabeza de todos los seres humanos como un inquilino despreciable pero inevitable, un inquilino que vive directamente asociado a los mecanismos de la imaginación que hemos construido durante años de aprendizaje indirecto bajo los estímulos de los medios y de nuestro círculo social cercano. Y es precisamente esa imaginación (si me permiten el ejemplo burdo) la que cuando vamos de madrugada por una calle nos alerta que debemos cambiarnos de acera si vemos a cinco siluetas “amenazadoras” caminando hacia nosotros. La única diferencia entre unos seres humanos y otros es la cara, la vestimenta, la altura y el color de piel que cada uno asocia con la palabra “amenazador”. Y vamos… el que no se haya cruzado de una acera a otra en su vida que aviente la primera piedra.

Si hay alguien que ha dedicado su vida a estudiar y entender los mecanismos del racismo es el director neoyorquino Spike Lee, y es por eso que buena parte de su filmografía (¿toda tal vez?) ha funcionado en su conjunto como un ambicioso dispositivo de disección de los mecanismos sistémicos, a veces flagrantes y a veces de una sutileza casi imperceptible, que han segregado históricamente a la población afroamericana de los Estados Unidos desde la abolición de la esclavitud hasta nuestros días.

Da 5 Bloods, el más reciente engrane de ese dispositivo ideológico que Spike Lee construye año con año, es un evento fílmico superlativo que tiene la suerte de estrenarse en una coyuntura política que embona a la perfección con su desarrollo narrativo, pero que independientemente de eso se alza como uno de los puntos más elevados en la carrera del director de Do The Right Thing, quien como pocas veces intenta (a pesar de los inevitables momentos de cursilería política tan característicos en su filmografía) analizar todos los lados posibles de la sucia moneda en la que se ha convertido Estados Unidos (y para tal caso el mundo entero).

Cuatro veteranos afroamericanos de la guerra de Vietnam deciden volver al país asiático para repatriar los restos mortales del líder de su pelotón, y de paso recuperar un cargamento de lingotes de oro que dejaron enterrado en medio de la selva tras una cruel batalla. La delicada misión, que contada a botepronto parece una copia del episodio de Los Simpson de Los peces del infierno, le permite a Lee desarrollar con pausa e inteligencia las personalidades de cuatro veteranos que a pesar de haber vivido la misma experiencia de explotación afroamericana en el ejército (los negros en 1968 eran el 11% de la población estadounidense y sin embargo constituyeron el 32% de las fuerzas armadas en Vietnam), acabada la guerra evolucionaron de forma radicalmente distinta entre sí, dando lugar a cuatro arquetipos mediante los que Spike Lee expone lo que para él son los orígenes de la negritud estadounidense contemporánea.

Curiosamente el hilo dramático más potente de esta oda al sacrificio afroamericano en Vietnam viene dado por Paul, el único miembro de los cinco Bloods que después de la guerra decide dar un giro a la derecha para  volverse partidario de las políticas xenófobas de Donald Trump. Sin embargo ese personaje de ultraderecha, impecablemente interpretado por Delroy Lindo, lejos de usarse como un ejemplo burdo de comedia es tal vez el personaje al que Spike Lee intenta comprender con mayor profundidad, alejándose del menosprecio burdo que suele tenérsele a los partidarios de Trump, y comprendiendo que el racismo es algo que habita en todos los seres humanos; un virus que en un entorno propicio puede desarrollarse hasta niveles verdaderamente abyectos.

Es Marvin Gaye con su legendario disco What’s Going On (compuesto precisamente a partir de las penurias afroamericanas en la guerra de Vietnam) el encargado de dar la pauta sonora de la obra que bien podría darle a Spike Lee su primer Oscar a mejor dirección. Una película que en el empaque de una trepidante historia de aventuras cuyo estilo se apropia de las fórmulas clásicas del cine de acción bélica hollywoodense, oculta un manifiesto político aguerrido que nos permite entender precisamente la furia de todos aquellos que como Marvin Gaye han cantado alguna vez a voz en cuello:

Yeah, it makes me wanna holler 
And throw up both my hands 
Crime is increasing 
Trigger happy policing 
Panic is spreading 
God know where we’re heading 
Oh, make me wanna holler 
They don’t understand

Sí, me dan ganas de gritar,
de aventar mis dos manos al cielo,
el crimen se incrementa,
la policía va con el gatillo suelto,
el pánico se difunde,
sepa Dios a dónde vamos,
me dan ganas de gritar,
ellos no lo entienden…

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