Cruella

La veneración que la cultura pop profesa por los villanos es completamente entendible. Contrapuestos a la perfección física y moral de los héroes, los villanos suelen acercarse mucho más a nuestra fallida naturaleza humana. Por ejemplo, resulta evidente que las posibilidades de identificarnos o empatizar con un semi-dios kryptoniano inclinado siempre a la bondad y la justicia son prácticamente nulas, sin embargo en el otro extremo del espectro nos vemos reflejados con mayor facilidad en la ambigüedad moral, la violencia, los errores pasionales y la naturaleza perdedora de los villanos, al grado de que muchas veces llegamos a tomar partido por sus causas perdidas.

Es por lo anterior que después de películas como ‘Joker’, ‘Maleficent’, ‘Suicide Squad’, y otras tantas en donde los villanos adquieren un flagrante papel protagónico, no debería sorprendernos la llegada de un experimento como ‘Cruella’, que narra el origen de una de las villanas más gloriosamente desquiciadas de Disney, a quien Glenn Close ya había interpretado dos décadas atrás en uno de los primeros “live action” desastrosos de Disney.

En esta ocasión los ejecutivos de Disney decidieron adaptar la historia de la cinta animada clásica de 1961 de forma radicalmente distinta, y para esto decidieron recurrir a su mejor truco: copiar fórmulas probadas. 

¿Pero cómo podremos hacer que nuestra supervillana se convierta en algo tan exitoso y “cool” como Joker?” Pensaban los ejecutivos de Disney. Pues fácil: copiando la fórmula de ‘Joker’. Y es así como Cruella, al igual que el archienemigo de Batman, se convierte en un personaje con problemas de salud mental, manifestados a través de un trastorno bipolar que hará las delicias de todos los adolescentes que se describen como “libre, locx y bipolar” en sus redes sociales, y justo también como el Joker, Cruella no solo tiene como símbolo de pureza a su madre abnegada, sino que también reniega del capitalismo cuando su madre muere a manos de una jauría de perros dálmatas homicidas.

Tomemos un segundo para respirar profundamente antes de volver a leer la última línea del párrafo anterior, solo para recordar que en algún lugar del mundo existen un par de guionistas y varios ejecutivos de Disney que creyeron que era una genialidad invertir los papeles del cuento al grado de que, como Cruella era originalmente una asesina de perros, lo más lógico era tomar a una de las razas de perros más adorables y pacíficas que ha creado la naturaleza, para transformarla en una raza de canes asesinos para justificar el origen de la atormentada protagonista.

En fin. Pero la cosa no queda solo ahí, porque el proceso de copiado y pegado de fórmulas en esta película es tan tosco que las copias se hacen por bloques narrativos que se perciben completamente independientes el uno del otro: primero el origen a la Joker, luego el segmento de comedia de superación personal estilo ‘The Devil Wears Prada’, luego la sección tipo “heist-movie” en la que deben robar una gema, y finalmente una fashion-fight que a pesar de que constituye el momento cumbre de la película, termina siendo profundamente adolescente en el peor sentido de la palabra (la escena de la moto en las escaleras, la del camión de basura, o la del maquillaje de ‘The Future’ me hicieron poner los ojos en blanco peor que Robert Downey Jr.)

Y ya para darnos el tiro de gracia, el mensaje de empoderamiento femenino de la película es un reverendo desmadre. Dos mujeres peleando entre sí para ver quién es la más perra, y al final la gran contestataria, anárquica, y anticapitalista termina fundiéndose a la perfección con el engranaje de todo lo que en un principio pretendió destruir. Por supuesto, todo esto aderezado con diálogos de empoderamiento ultracursis para adornar nuestras fotos de Instagram como “I’m Cruella… born brilliant… born bad… and a little bit mad”, declamados por una Emma Stone que en todo momento se siente inofensiva, y que nunca alcanza el rango de locura que requería el personaje.

Tal vez sea Emma Thompson lo más rescatable del filme, sin embargo su interpretación se pierde en esa estructura narrativa completamente inconexa y forzada, que hasta en su aspecto sonoro funciona como una lista esquizofrénica de éxitos setenteros de Spotify en shuffle dispuesta a activarse a la menor provocación. Uy, y ni me pongan a hablar sobre el “revolucionario personaje gay” que Disney se atrevió a poner por primera vez en una película porque #lovewins #itgetsbetter #fightforyourdreams y porque ya son una empresa responsable y diversa. Lamentable. En fin, Disney siendo Disney, como siempre. Por cierto, vayan apartando sus disfraces de Cruella, porque este Halloween se van a agotar.

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