Compliance (2012)

Siempre me ha resultado maravilloso el poder del lenguaje y la manera en la que, de forma intuitiva, éste se ha moldeado a través de milenios de evolución intelectual, ocultando, bajo la capa superficial del significado inmediato de cada una de sus palabras, una complejísima estructura compenetrada de forma casi perfecta con el sistema nervioso de los seres humanos. Es dicha estructura de comunicación la que, de forma casi mágica, determina todas y cada una de nuestras acciones, actuando como vínculo creador de un sinfín de abstracciones mentales conceptualizadas no mediante imágenes, sino mediante palabras.

Una vez superado el dominio físico del más fuerte de la tribu, es a través del lenguaje, en su papel de vehículo del intelecto, que se definen las primeras estructuras de poder modernas. Estructuras que con el paso de los siglos adquirirían una mayor complejidad formal, pero que mantienen hasta nuestros días el objetivo del dominio ejercido por un interlocutor, dotado de un cierto nivel de autoridad intelectual, moral, o social, sobre aquel que se autodetermine como un ser inferior en comparación.

Es este dominio ejercido a través del lenguaje el tema central de Compliance, segundo largometraje de Craig Zobel, quien en esta ocasión aborda de manera extraordinaria la inconsciente e irracional sumisión de voluntades que ocurre, de forma mucho más frecuente que lo que estamos dispuestos a aceptar, cuando el ser humano promedio se enfrenta a una figura de autoridad validada tanto por la sociedad como por él mismo.

Zobel inicia su narrativa con un estupendo retrato de las relaciones de poder y la dinámica de trabajo que acaece en un restaurante estadounidense de comida rápida, delineando con sutileza el perfil psicológico de cada uno de los involucrados en el posterior juego de voluntades que marcará el eje central del filme. Todo esto envuelto en un deseo constante por parte de Zobel y de su director de fotografía, Adam Stone, quien hace poco nos maravilló en Take Shelter, por explorar interesantes composiciones visuales, haciendo honor a una de las principales características de los jóvenes baluartes del cine independiente.

De nada sirve la advertencia al inicio de la cinta acerca de que ésta se basa en hechos reales, ya que una vez que comienza a perfilarse el dilema central del filme, el cual no contaré para evitar reclamos, la lógica del espectador inmediatamente se rebela contra el argumento planteado, catalogándolo de irreal, exagerado, lógicamente imposible y ridículo. Sin embargo, es a través de la conclusión, planteada en menos de diez minutos, que todo adquiere nuevamente un abrumador sentido de realidad, aterrizando de forma magistral un argumento que parecía derivarse de la más irracional ficción y que termina por dejar al espectador completamente anonadado.

Compliance es un brutal ensayo sobre el poder, y sobre la irracionalidad asociada a la sumisión del intelecto ante alguien que se valida como una figura de autoridad. Irracionalidad que se expone desde un evento radicalmente abyecto, pero en la que caemos diariamente sin apenas darnos cuenta, sumergidos en la cotidianeidad de un sistema social fundamentado precisamente en la sumisión.

La puesta en escena de la película, al ser en extremo minimalista, se apoya en las actuaciones de un estupendo elenco, del cual salta a la vista la inmejorable actuación de Ann Dowd, actriz de bajo perfil que sin duda encuentra en Compliance uno de los papeles más poderosos y demandantes de toda su carrera, y que se rodea de un excelente grupo de jóvenes actores a los que, en conjunto con Pat Healy, quien encarna al villano de la cinta, se les debe el rotundo éxito del filme.

Foucault, en su exhaustivo estudio para desentrañar los mecanismos de poder que nos afectan directamente, definía al hombre a través de la palabra “sujeto”, término que lingüísticamente se deriva de la palabra “sujeción”, asociando por ende al ser humano como un ente esclavizado por definición y dependiente de una intrincada red de interacciones, ordenadas todas en base a un sólo concepto: el poder. Después de ver Compliance, resulta inevitable no pensar en el acierto de Foucault, y en la triste, dramática e inevitable condición del ser humano.

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