Chronicle (2012)

Siempre es gratificante presenciar los nada comunes casos de directores jóvenes que con su primer largometraje impactan de lleno el mercado cinematográfico, directores que de la noche a la mañana se convierten en referentes obligados para la crítica internacional y en alicientes para aquellos recién egresados de las academias fílmicas. Dicho fenómeno casi siempre se fundamenta en la combinación de una producción austera que, gracias a los avances tecnológicos, cada vez puede camuflarse con mayor facilidad y un argumento relativamente atractivo e innovador que motive la recomendación boca a boca de la obra.

A pesar de que Chronicle, con sus quince millones de dólares de presupuesto, no es precisamente una película demasiado austera, cumple con todos los requisitos mencionados con anterioridad al tratarse del primer largometraje del prácticamente desconocido Josh Trank, quien gracias a su participación en la serie televisiva The Kill Point, consiguió el dinero suficiente para relatar con bastante habilidad la historia de tres muchachos, dos preparatorianos populares y un chico tímido y atormentado, que durante una fiesta encuentran una especie de ente que los dota de poderes telequinéticos.

La gradual toma de conciencia que los tres personajes hacen de sus poderes, los lleva a desarrollar un fuerte vínculo emocional entre ellos, al mismo tiempo que aprenden a dominar una capacidad telequinética que inicialmente se afronta como una oportunidad lúdica, pero que gradualmente comienza a tomar connotaciones extremadamente serias cuando el deseo de poder, el cual surge de forma inevitable con el descubrimiento de algún tipo de superioridad respecto a la media social, se instala en el pequeño grupo.

 La historia, que se construye a través de un compilado de grabaciones hechas mediante la cámara de uno de los protagonistas y posteriormente mediante las miles de cámaras que pueden encontrarse encendidas en una urbe en un momento determinado, funciona como un ataque a la constante necesidad de validación social que sufre el hombre del siglo XXI, el cual, presa de los medios masivos de comunicación y de las redes sociales, se oculta constantemente detrás de las cámaras digitales, disociando el disfrute natural de cualquier experiencia mediante la constante filmación de eventos, con el único objeto de posteriormente compartirlos en busca de la aprobación de su respectivo entorno social.

 La acertada elección del elenco consigue dar el toque final de credibilidad a una cinta que basa su narrativa en la empatía que pueda crear con sus personajes, construyéndose argumentalmente como una versión moderna del célebre clásico de terror, Carrie, y posicionándose como un rotundo éxito de taquilla que le asegurará a su director un buen presupuesto para su siguiente incursión fílmica.

Valiéndose de una narración extremadamente ágil, Trank crea un filme que parte de la cotidianeidad suburbana, para eventualmente estallar en una frenética película de acción, que consigue llevar la mayoría de sus pretensiones argumentales a buen puerto y cuya épica conclusión causará unas cuantas marcas de uñas en las butacas de las salas cinematográficas.

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