Captain Phillips (2013)

El cine, en su papel de elaborada mentira visual, depende profundamente de la conexión emocional que logre construir entre la historia que plasma en pantalla y la psique del espectador que la observa. Es por lo anterior que la célebre leyenda “basada en hechos reales”, funciona como una especie de catalizador emocional, mediante el que se redime al intelecto del espectador de la ardua tarea de buscar inconsistencias en la historia, para, al asumirla incuestionable y completamente cierta, dedicar toda su energía a sumergirse en el acontecimiento narrado, cambiando esa aseveración omnipresente en los filmes de ficción: “eso es inconsistente”, por la pregunta “¿qué hubiera hecho yo?”, o la aún más primitiva pero profundamente emotiva frase “qué horror ser el protagonista de la película”. El espectador, convertido durante dos horas en el héroe del filme, vivió los acontecimientos en carne propia. La película triunfó.

Captain Phillips, la más reciente cinta de Paul Greengrass, entiende el profundo efecto psíquico que le imbuye al espectador el hecho de saber que una película está basada en acontecimientos reales, y lo explota con una maestría que no consiguió mostrar en United 93, su previo escarceo con el cine “conmemorativo” de fatalidades reales.

La cinta centra sus esfuerzos narrativos en reconstruir el proceso de abordaje y secuestro de un barco carguero que, obligado por ruta a pasar cerca del funesto cuerno de África, es interceptado por un pequeño grupo de piratas somalíes, en busca de dinero no tan fácil como a primera vista parecería, los cuales complicarán en extremo la vida a la tripulación del navío, comandada, como ya podrán haber adivinado, por un hombre apellidado Phillips.

Técnicamente sencillo, pero irreprochable y sumamente efectivo, el relato sigue las acciones tomadas por el Capitán Phillips, interpretado por el aún virtuoso Tom Hanks, para intentar evadir y posteriormente lidiar con el grupo de paupérrimos piratas, a los cuales, en un esfuerzo fallido por ejercer un velo de neutralidad narrativa, conocemos desde el momento en que dejan su pueblo, hundido en la más ominosa precariedad, para lanzarse a las aguas en busca de la única esperanza posible para conseguir algo de dinero y subsistir: el pillaje.

Tensa y claustrofóbica en todo momento, la película resulta más interesante por las preguntas que coloca sobre la mesa que por el desarrollo en sí de su trama central, esbozando un mundo donde todas las acciones que en él acontecen son producto de un orden “natural” asociado a la supervivencia, en el que incluso llegan a justificarse acciones moralmente reprobables, basándose en la imposibilidad de escoger un camino distinto al de la subsistencia a toda costa. Esa supervivencia animal e instintiva, retratada a través de los miedos y necesidades de los piratas somalíes, se contrasta con el deseo de supervivencia política occidental, el cual se ve profundamente amenazado cada que un ciudadano norteamericano se encuentra en peligro.

Brillante reflexión sobre la imposibilidad de derrotar o erradicar a esos improvisados corsarios modernos con nada que perder, Captain Phillips es un constante duelo de actuaciones de primerísimo nivel, comenzando por la estupenda interpretación de Barkhad Abdi, taxista en la vida real, que a pesar de no tener experiencia alguna en cuestiones de actuación, da un verdadero tour de force emocional. Sin embargo, la gran mención histriónica es para Tom Hanks, amo y señor de un filme que, tan sólo con ver su última secuencia, deja en claro que está prácticamente diseñado para otorgarle, cuando menos, una nominación a mejor actor en los Oscar.

Las luces de la sala se encienden y las marcas de uñas en los descansabrazos nos hacen ver que hemos caído completamente en el juego de Paul Greengrass, mientras exclamamos: “qué horror ser el protagonista de la película”.

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