Buried (2010)

La industria cinematográfica a encontrado en los thrillers una de sus formas de negocio más rentables. Un asesinato, la planeación y ejecución de un robo o cualquier misterio intrascendente medianamente planeado, son suficientes para mantener a la audiencia interesada y recolectar de paso unos cuantos millones de dólares.

A pesar de todo, los thrillers más interesantes no necesariamente son los que mayor producción tienen, sino los que mejor saben jugar con la mente del espectador, con sus miedos y con la dosificada información que recibe en pantalla. Estas características son precisamente las que hacen que Buried sea uno de los mejores thrillers de este año.

Ryan Reynolds, actor que acostumbra interpretar roles en cintas deplorables como The proposal, colabora con la joven promesa española, Rodrigo Cortés, en la creación de esta pieza completamente minimalista en la que durante hora y media la audiencia acompaña al protagonista dentro del ataúd en el que se encuentra atrapado.
Conforme se desarrolla el filme se van conociendo las causas del por qué Paul Conroy, un transportista que trabajaba en Irak, despierta en una caja a varios metros bajo tierra con la única ayuda de un celular, un cuchillo, un encendedor y unas luces de neón, instrumentos con los que desesperadamente buscará escapar del infierno en el que se encuentra.
Brillante es el manejo de cámara dentro del sucio ataúd de madera en el que, para desgracia de Conroy y para gozo de los espectadores, pueden pasar muchas más cosas de las que inicialmente llegan a imaginarse. Es gracias a la estupenda dirección fotográfica de Eduard Grau, a quien ya habíamos visto en A single man y al simple pero conciso guión de Chris Sparling, que el filme logra mantener la tensión durante todo el metraje, transfiriéndole al espectador una angustia genuina y verdaderamente perturbadora al verse compañero de las desgracias del protagonista, que deberá enfrentarse a su empresa, al gobierno, a los medios de comunicación y al terrorismo desde su confinamiento.
Es difícil contar más acerca de esta cinta sin caer en el error de develar alguno de los acontecimientos clave, de forma que lo único que puedo asegurarles es que el segundo esfuerzo cinematográfico de Rodrigo Cortés es un éxito visual, narrativo y atmosférico que los mantendrá en el borde de la butaca hasta el final.

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