Mucho valor y un compromiso artístico inquebrantable, es lo que se requiere para comenzar una carrera fílmica de la forma en la que Edmund Elias Merhige lo hizo con Begotten. Un trabajo al que el calificativo de experimental le queda pequeño y que constituye una de las experiencias más viscerales que se han visto en la pantalla grande.
Creado a partir de una experiencia grupal del Theatreofmaterial, colectivo artístico fundado por Merhige durante sus años de estudiante, Begotten es un filme que narra el mito de la creación del hombre, su trágico andar por un mundo hostil que es incapaz de comprender y su interacción con la madre naturaleza desde un punto de vista completamente tremendista. Sin embargo, la esencia de la cinta no radica en su historia, la cual se dilucida gracias a los créditos finales en los que se pueden observar nombres de personajes tales como: God Killing Himself, Mother Earth o Son of Earth-Flesh and Bone; sino en la salvaje experiencia sensorial que se desarrolla a lo largo de los setenta minutos de metraje.
Filmada mediante reversal film, técnica que produce una imagen en positivo sobre una base transparente y que se utiliza normalmente para producir transparencias, y sometida a un exhaustivo trabajo de post proceso visual, que de acuerdo a los datos proporcionados por Merhige tomó hasta diez horas por minuto de filme terminado, la película es un ataque directo a los sentidos desde los primeros instantes.
Sin dar ni un segundo de tregua al espectador, que al inicio de la cinta apenas comienza a acostumbrarse al peculiar estilo visual de ésta, Merhige abre su ópera prima con la extraordinaria secuencia del suicidio de Dios, que sin duda alguna constituye un hito en el acercamiento a los códigos más básicos del horror y en la sugestión del espectador que, presa de los intensos contrastes del filme en blanco y negro, deberá rellenar con su torcida mente lo que ocurre de forma velada en la pantalla.
La película, que funciona como un crescendo constante a pesar de sus ligeros cambios de ritmo, se desarrolla como una especie de performance en el que el espectador sigue los pasos del hijo de la madre tierra, inválido, desorientado y acosado siempre por toda clase de engendros, inmerso en un terrible camino que funge como metáfora de los ciclos vitales, tanto del hombre como de la tierra.
Al combinar una banda sonora compuesta únicamente de sonidos percibidos en la naturaleza, una completa carencia de diálogos y una fuerte cantidad de violencia, el predecible resultado fue un fracaso rotundo en taquilla, pero un inmediato aprecio del filme como obra de culto, lo cual puso a Merhige en el mapa y le permitió conseguir la financiación para Shadow of the Vampire, su trabajo más conocido.
Primera parte de una trilogía, inconclusa aún, que tiene su segundo capítulo en el todavía más críptico cortometraje Din of Celestial Birds, Begotten es una fantástica experiencia visual que lleva al espectador a lugares completamente inexplorados y que merece su lugar como una película de culto imprescindible.