Un par de décadas antes de que el monstruo Hollywoodense lo devorara con la trilogía de Lord of the Rings, Peter Jackson era un joven cineasta amante del gore y de la libertad fílmica que da la absoluta carencia de presupuesto.
Bad Taste es el primer largometraje del director neozelandés, en el que funge también como guionista y actor, contando la historia de una invasión extraterrestre comandada por Crumb´s Crunchy Delights, una cadena alienígena de fast food que quiere introducir a su menú el nuevo sabor de carne homo-sapiens.
La cinta comienza cuando una llamada de auxilio alerta al gobierno de la invasión extraterrestre a un pequeño pueblo llamado Kaihoro. Las autoridades deciden dejar fuera al ejército para mandar a un escuadrón “de élite”, compuesto por unos greñudos sucios entre los que se encuentra el mismísimo Peter Jackson, que interpreta a un sádico demente deseoso de sangre alienígena.
Entre toneladas de visceras extraterrestres y un exquisito sentido del pésimo gusto fílmico, Jackson lidera a este grupo de locos que tratarán de boicotear el plan de las creaturas antropófagas, deseosas de convertir la tierra en una granja explotable de humanos.
Los manejos de cámara, la música, las actuaciones, los efectos visuales, todo dentro de la hora y media de duración tiene la etiqueta de bajo presupuesto, pero a la vez presenta esa inteligente aproximación, clásica del Jackson primigenio, de abordar el gore extremo con un toque humorístico fantástico.
Cinco años después de esta primera incursión cinematográfica, Peter Jackson filmaría su obra maestra Dead Alive y aunque es verdad que es una cinta muy superior a Bad Taste, el aprovechamiento de los recursos al extremo de esta última, la convierte en una obra mucho más radical e innovadora.
Sin duda esta es una cinta que se ha transformado en un absoluto clásico para los amantes del gore, del trash y del cine independiente. Un ejercicio de imaginación y desfachatez fílmica que debe verse alguna vez en la vida.
