Au Revoir les Enfants (1987)

Ocho años antes de su muerte, el director francés Louis Malle presentó al mundo una película que, según sus propias palabras, había deseado hacer durante toda su vida pero que hasta ese momento no había tenido la fuerza para filmar.

Muchas veces se ha dicho que para crear una obra maestra es necesario escribir acerca de lo que se conoce, y aunque esto no es necesariamente una norma ineludible, Malle la comprueba a la perfección con el guión de Au Revoir les Enfants, una historia autobiográfica que toma el sobre explotado tema de la segunda guerra mundial y lo enfoca desde un punto de vista que abandona los simples tópicos extremistas y sentimentaloides, para entregar uno de los relatos más equilibrados que haya visto sobre este funesto tema.

Una bellísima secuencia inicial en la que Gaspard Manesse se despide de su madre entre breves diálogos de reproche, odio y profundo amor, es la encargada de abrir este maravilloso relato que se funda en la amistad que surge entre dos niños estudiantes en un internado, lugar que funciona como una isla de conocimiento y paz entre el trasfondo de la ocupación alemana en Francia.
Fascinante es el retrato que Malle hace del colegio, en el que guía al espectador por las rutinas de estudio, juego e incluso de limpieza de los pequeños estudiantes. Rutinas que envuelven al filme en un hipnotizador halo de nostalgia relacionado tanto con la inocencia de los pequeños estudiantes, como con las formas de un sistema educativo que ha cambiado radicalmente con el paso de los años.
Mediante sutiles hechos puntuales el filme contextualiza la ubicación geográfica e histórica del internado, en el que los sacerdotes han decidido acoger en secreto a algunos niños judíos para evitar su traslado a los campos de concentración. Es precisamente la relación de uno de esos pequeños judíos con un brillante chico francés la que asumirá el centro del relato, relación que debido al fuerte interés intelectual de los chicos comienza como una competencia, pero que gracias al amor de ambos por la literatura se transforma en una profunda amistad.
El nivel de lirismo con el que se exponen todas y cada una de las escenas de Au Revoir les Enfants es asombroso y la capacidad de Louis Malle para dirigir al maravilloso elenco infantil es ejemplar, obteniendo de ellos un nivel de profundidad y profesionalidad que rara vez se observa en los filmes protagonizados por actores tan jóvenes. Por si fuera poco todas las secuencias presentan una cantidad abrumadora de sutiles detalles histriónicos que determinan la personalidad de los personajes. Una mirada fugaz en el baño de los chicos, un leve toque entre amigos, nada es fortuito.
La película tuvo una excelente acogida crítica y fue un completo éxito de taquilla, conquistando además el león de oro del festival de Venecia y convirtiéndose en un clásico muy apropiado para los tiempos de intolerancia que continuamos viviendo hasta el día de hoy. Aparentemente la historia no nos ha enseñado nada.

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