A Girl Walks Home Alone at Night (2014)

En una de las secuencias más hermosas de la reinterpretación orientalizada que Ana Lily Amirpour hace del mito vampírico en A Girl Walks Home Alone at Night, la chica que todas las noches devora (con inusitada violencia) los cuellos de los transeúntes nocturnos de un remoto pueblo iraní, se encuentra con un joven que regresa de una fiesta de disfraces, borracho, con el corazón roto y vestido como el conde Drácula. La secuencia es digna de enmarcarse. Ahí, desde el más absorto silencio se enfrenta la caricaturización clásica del vampiro occidental: con la ridícula capa, el cabello alborotado y los colmillos falsos; contra la hermosa y terrorífica sombra del vampiro iraní, con su velo largo y su infinita solemnidad, producto de un amasijo de mitologías que la directora Ana Lily Amirpour consigue equilibrar a lo largo de todo el metraje con suma inteligencia y extraordinaria sensibilidad estética.

Amirpour toma como base el clásico mito del vampiro europeo para renovar su significancia mediante su inserción en el Irán contemporáneo. Donde normalmente se erige el arquetipo de la sensualidad masculina con colmillos, Amirpour coloca a una mujer cuyos violentos placeres culinarios son la reacción a un sistema social profundamente opresivo, no sólo para la feminidad sino también para las clases sociales menos favorecidas.

En el Irán de Amirpour la vida de la juventud ocurre entre cuatro paredes, una vida que desafía la religiosidad y el recato de las calles –en donde la mujer es una sombra velada–, una vida que intenta asimilar, casi desde la secrecía, manifestaciones culturales occidentales (véase la extraordinaria secuencia en la que “la chica sin nombre” llega al pequeño cuarto donde vive para poner un vinilo de White Lies), una vida que se divide en dos mundos: el de la homologación religiosa y el de la realidad.

Es en ese contexto que ocurre la violenta lucha vampírica por la supervivencia y la eventual epifanía amorosa que, siempre desde la antítesis del cliché, da un giro a la lucha nihilista emprendida por la protagonista contra ese Irán contemporáneo de proxenetas y hombres de fe.

A Girl Walks Home Alone at Night es la cinta de vampiros que Jim Jarmusch habría filmado después de Down by Law (de haber nacido en Irán). La fortísima influencia del director norteamericano es evidente a lo largo de todo el metraje, sin embargo eso no le resta mérito alguno a esta experiencia verdaderamente memorable, que se apoya en el estilo visual del cine independiente norteamericano de finales de los ochenta, para reinterpretarlo desde esa contracultura iraní de la que sabemos tan poco, pero con la que emocionalmente podemos conectar de inmediato.

Cargada con secuencias de asombrosa poética visual planeadas por Amirpour, ejecutadas por el fotógrafo Lyle Vincent, y aderezadas con una gloriosa banda sonora, A Girl Walks Home Alone at Night es un relato sencillo pero brillantemente ejecutado sobre las infinitas posibilidades que cataliza ese vuelco emocional al que llamamos amor.

Amirpour, junto con su excelente equipo de trabajo, del que destacan por sus impecables actuaciones Sheila Vand y Arash Marandi en los papeles protagónicos, ha creado una de las cintas más delicadas y hermosas que ha dado el género vampírico hasta la fecha: una obra mayor disfrazada de modesta joya independiente.

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