Un exitoso escritor de teatro de Nueva York es contratado por una compañía cinematográfica como guionista estrella, obteniendo como primer tarea la creación del guión para un filme de lucha libre.
A primera vista la historia de Barton Fink no tiene mucho interés, sin embargo esta es quizás una de las tres mejores películas de los ya míticos hermanos Coen, que en los últimos veinte años han elaborado una fantástica serie de filmes, abordando una gran variedad de temas, desde lo más cómico hasta lo más perturbador.
Barton Fink es una historia magníficamente contada, que presenta a un escritor judío que decide sacrificar su ascendente carrera teatral, con la promesa de que, trabajando una breve temporada como escritor de cine, logrará conseguir el dinero que financiará su futura vida como guionista teatral.
Ambientada en 1941 con la Segunda Guerra Mundial en pleno apogeo, los Coen introducen al espectador en el despiadado negocio del entretenimiento, donde lo que menos cuenta son las aspiraciones intelectuales y los escritores son meros entes ensambladores de clichés, que vomitan periódicamente guiones para el consumo masivo.
Barton, interpretado por un gran John Turturro, se muda a los Ángeles con motivo de su recién adquirido empleo y decide hospedarse en un hotel de mala muerte, ya que su visión intelectual de la escritura le dicta que debe sumergirse en el ambiente de la “gente normal y ordinaria”, para poder escucharla y entenderla. Es en este hotel donde conocerá a Charlie, un vendedor de seguros representado magistralmente por John Goodman, que finalmente jugará un papel determinante en el devenir de Barton.
Los Coen no dejan nunca de lado su agudo sentido crítico, con lo que hábilmente atacan a la industria cinematográfica, a la crítica especializada e incluso a las aspiraciones ingenuas del protagonista, que pretende realizar una especie de teatro social para la gente, pero que en realidad se tiene a si mismo en un concepto tan elevado que es incapaz de siquiera escuchar lo que la sociedad trabajadora tiene que decir.
Sumergida siempre en ese tipo de ambientación noir que los hermanos Coen saben representar tan bien y plagada de escenas de gran belleza y fuerza, Barton Fink lleva de forma sumamente delicada al espectador por “el camino de la mente” que debe recorrer el escritor para motivarse y finalmente generar ese producto engendrado a partir de sus experiencias.
Esta cinta arrasó en Cannes con tres premios, llevándose el mejor actor para John Turturro, el mejor director para Joel Coen y la palma de oro a la mejor película. Y si, hay veces que los premios no se los lleva el que debería llevárselos, pero en este caso casi podría asegurar que fueron merecidos.