Señoras y señores, probablemente tengamos ante nosotros la mejor película del año. El alemán Michael Haneke ha creado un relato de un refinamiento fantástico, que disecciona el comportamiento humano en un nivel equiparable únicamente a las obras maestras de Bergman.
Dentro de este pequeño pueblo están todos los arquetipos sociales clásicos; el Barón, que impulsa y en torno al cual giran las actividades económicas; el pastor, líder moral de la sociedad; el médico, el maestro y finalmente el resto de la prole. Sin embargo, el análisis exhaustivo que hace Haneke de la interacción social entre todos los habitantes, se aleja totalmente del clasicismo al que estamos acostumbrados.
Con una fabulosa objetividad y una sutileza que abandona por completo el sensacionalismo de la violencia visual, a pesar de lo escabrosa que puede llegar a ser la historia, The White Ribbon aborda los problemas asociados a una sociedad totalitaria, que reprime la sexualidad, la igualdad, el pensamiento libre y el sentido de la individualidad, mediante el uso de la religión y el miedo.
Cuando la cinta concluye, el espectador se da cuenta de que los crímenes cometidos en el pequeño pueblo no son los que el Barón busca castigar, sino los que se gestan en las mentes de esos habitantes que bajo la fachada de una inmaculada pureza, albergan el odio y la brutalidad más primaria. Si hay alguna película este año que supere en calidad y profundidad a The White Ribbon, será sin duda un gran año para el cine.