Somos lo que hay (2010)

Siempre me han interesado los directores jóvenes, ya que muchas veces la falta de experiencia al filmar se ve compensada por el interés de explorar nuevos territorios tanto visuales como narrativos, con una pasión que aparentemente se va perdiendo con la edad. Si a todo esto agregamos mi siempre latente nacionalismo fílmico, entonces es fácil entender mi deseo por ver el primer largometraje de Jorge Michel Grau, titulado Somos lo que hay.

Desde que escuché la noticia de que alguien había filmado una película acerca de una familia de caníbales en la ciudad de México, comencé a imaginar la gigantesca gama de posibilidades y caminos que podrían abrirse con dicha temática, sin embargo la decepción con el resultado final ha sido tan grande como mis expectativas iniciales.

Normalmente caemos en el error de justificar la mediocre producción cinematográfica de nuestro país precisamente porque se realiza en México, sin embargo no existe defensa posible para esta película que atenta contra la inteligencia del espectador y contra la lógica más elemental de los acontecimientos.

La trama, como comenté anteriormente, se centra en una familia de caníbales que vive en la ciudad de México y que para ganar dinero tienen un puesto de reparación de relojes en un mercado. Sin embargo la tranquila vida de estos antropófagos se ve trastocada por la repentina muerte del patriarca, que fungía como único encargado de traer la comida a casa. El funesto hecho obliga a que de los tres hermanos surja el nuevo líder de la familia y con esto una serie de circunstancias que complicarán la existencia de los caníbales.

Por más interesante que pueda sonar la breve sinópsis el resultado es francamente penoso, sin embargo este fracaso no se debe a las carencias presupuestales de la cinta, ya que la ambientación y la fotografía no son malas, sino al trivial y risible guión, que no desarrolla en absoluto las excelentes oportunidades que planteaba la premisa y que está tan plagado de incongruencias que termina rozando el ridículo.

Lo único rescatable de la cinta son las actuaciones de los tres jóvenes protagonistas, en especial la de Paulina Gaitán, que interpreta a la calculadora hermana caníbal y que se ha convertido en una de las actrices más prometedoras del panorama cinematográfico mexicano.

Al terminar la película el espectador no consigue adentrarse en la vida de los protagonistas porque todo se desarrolla con una superficialidad arrolladora, al punto de que ni siquiera queda claro si son caníbales o asesinos rituales y por supuesto los motivos de que sean una cosa u otra nunca se exponen. Todo queda en otro ejercicio fílmico vacío sin pies ni cabeza, que sólo genera indiferencia y un deseo por recuperar el dinero y el tiempo perdidos.

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