El cartel negro escrito con blancas letras góticas brilla apenas tres segundos en la pantalla, sin embargo, su significado magnificente y contemplativo resume a la perfección el carácter de la interpretación que Friedrich Wilhelm Murnau hace de la conocida historia de Fausto.
Imposible es imaginar la reacción del público que a mediados de los años veinte tuvo el privilegio de ver un filme plagado de imágenes tan impactantes como Faust, en el que Murnau se esfuerza más allá de los límites para crear secuencias de un poderío visual grandilocuente, que puede apreciarse desde el cuadro inaugural del filme donde los jinetes del apocalipsis cabalgan sobre un cada vez más corrupto planeta tierra.
Al igual que en la cruel historia bíblica de Job, en Faust Satanás hace una apuesta con el cielo para probar o negar la valía del principio de libertad de elección del hombre y la existencia del amor, con lo que una vez más el cielo toma el papel de observador en una serie de catástrofes que Mefistófeles desata con el objetivo de manipular el corazón de Fausto.
En una de las escenas más impresionantes que se hayan concebido en el expresionismo alemán, Satanás esparce la peste sobre la ciudad en la que Fausto trabaja como médico. La desesperación de éste por no poder curar la epidemia lo lleva a renegar de todo, a prender fuego a sus libros y a invocar al demonio, que a partir de ese momento comenzará a jugar con el destino de Fausto para destruirlo moralmente.
Al igual que en Sunrise, Murnau utiliza el recurso de dividir la cinta en tercios, donde el primero y el último presentan un dramatismo devastador, mientras que el segundo funciona como un interludio humorístico diseñado para disminuir un poco la presión emocional a la que se somete el espectador. A diferencia del presentado en Sunrise, en Faust el segundo tercio de la cinta puede resultar repetitivo y un poco largo, situación que constituye el único error palpable de una cinta que de otra forma rayaría en la perfección.
Al estar basada en la visión del Fausto de Goethe y no en el relato original del siglo XVI, la redención es un aspecto clave en la cinta de Murnau, que lleva a buen término los conceptos y situaciones descritos por Goethe y que incluso maximiza el dramatismo con el que se concluye la historia.
Faust es una cinta que siempre será recordada por sus impresionantes efectos especiales y los brillantes manejos de cámara del fotógrafo estrella de la época Carl Hoffman, sin embargo el filme cuenta también con las estupendas actuaciones de Gösta Ekman como Fausto, Camila Horn como Gretchen y como Mefistófeles el siempre estupendo Emil Jannings, quien cuatro años después se consagraría en Der Blau Engel.