El idealismo es un fenómeno que se observa cada vez con menos frecuencia. La proliferación de esos hombres y mujeres que perseguían con fervor un cambio social en la segunda mitad del siglo pasado, se enfrentó con la decepción del socialismo y el ascenso del salvaje capitalismo, sistema que acabó por absorber a los otrora idealistas.
A pesar de todo, en algunas ocasiones vuelven a surgir hombres dispuestos a sacrificar sus vidas por una causa que consideran justa, pero que al dejarse arrastrar por la pasión desmedida de sus ideas abandonan el idealismo para adoptar el terrorismo.
Steve McQueen, artista londinense que gracias a sus video-instalaciones consiguió el prestigioso premio Turner, ha creado con Hunger una cinta ejemplar en muchos sentidos, que aborda sin miedo el complejo tema del terrorismo y en la que se percibe el deseo por contar un hecho histórico desde la más completa objetividad.
La película narra la lucha de un grupo de miembros del IRA (Irish Republican Army), que bajo las órdenes del idealista/terrorista Bobby Sands, luchan desde prisión para conservar el estatus de prisioneros políticos que la primera ministra de Inglaterra, Margaret Thatcher, decide retirarles por considerarlos tan criminales como el resto de los prisioneros.
Extraordinaria es la forma en la que McQueen da cohesión a este relato, que se divide en dos partes principales carentes casi por completo de diálogo, unidas entre si por medio de un puente que se compone de una impactante secuencia, en donde el papel principal que tiene la forma durante todo el metraje se deja de lado, para lanzar al espectador un diálogo en una sola toma, que lo deja completamente anonadado por su complejidad histriónica y que lo prepara para la intensa conclusión del filme.
El pasado artístico de McQueen le sirve para crear junto a Sean Bobbitt secuencias que se regodean en el uso del cuerpo humano como un lienzo que se rasga, se deforma y se transforma en mierda, orina y llagas, hasta llegar a niveles de crudeza plástica que bien podrían haber salido de la mente de Francis Bacon o Lucien Freud.
Hunger también descubre el talento de Michael Fassbender, que sin duda se convertirá en uno de los grandes actores de su generación y al que ya había tenido la oportunidad de notar en la posterior Fish Tank (2009), pero cuyo retrato de Bobby Sands es una verdadera clase magistral de interpretación, que muestra los retos físicos y mentales a los que puede someterse un actor verdaderamente comprometido con su papel.
Ganadora de la cámara de oro en el festival de Cannes, Hunger es una película que coloca a Steve McQueen como uno de los directores más prometedores de Inglaterra y que pinta un fiel retrato de los sinsentidos o sentidos a los que nos orilla la pasión por una idea.