Source Code (2011)

El camino de un director que triunfa con su primera película no es nada fácil, ya que normalmente es el segundo ejercicio fílmico el que consolidará su carrera o el que la colocará en la vitrina de los solitarios one hit wonders. Como podrán imaginar la presión es enorme.

Esa es precisamente la situación en la que se encontraba Duncan Jones, que con Moon, su minimalista y extraordinaria ópera prima, fue alabado por críticos y público al presentar una película de ciencia ficción que respetaba la inteligencia del espectador, logrando un relato redondo de principio a fin. El primer paso estaba dado y las expectativas sobre su segunda incursión cinematográfica comenzaron a crecer desde el momento en que se anunció que, como era de esperarse, Jones permanecería en el rango de la ciencia ficción para su segunda cinta.
Mucho me intrigaba saber el camino que tomaría Duncan Jones en Source Code, una película que dejaba ver imágenes espectaculares en los avances y que al mismo tiempo planteaba una trama plagada de vueltas de tuerca y giros inesperados, que por si fuera poco aparentemente jugaba con el viaje temporal, tema que desde mi punto de vista es el tópico de ciencia ficción más complicado de llevar con éxito a la pantalla grande.
Con toda la tristeza del mundo debo decir que muy poco queda en Source Code del Duncan Jones que nos maravilló con Moon. Ese infinito cuidado con el que creó su primer guión, ahora queda totalmente olvidado en una historia que mantiene el interés del espectador tan solo en el pequeño lapso de tiempo en el que éste no sabe las causas que motivan los eventos, ya que cuando éstos comienzan a explicarse los errores de continuidad y de lógica comienzan a apilarse en un desarrollo que termina siendo burdo, penoso y absurdo.
La trama se reduce a que un soldado norteamericano, interpretado por Jake Gyllenhaal, tiene la misión de encontrar al terrorista que hizo estallar un tren, para que la policía pueda detenerlo antes de que complete un atentado mayor que había anunciado previamente. El método para encontrar al villano radica en que el soldado debe viajar mentalmente a una recreación de los 8 minutos previos al estallido de la bomba, e interactuar con los pasajeros para detectar al terrorista. No revelaré más detalles de la historia para que los que lleguen a ver esta tomadura de pelo disfruten armando la trama poco a poco, pero luego no digan que no se los advertí.
El ejército de fans de Duncan Jones, del que yo formaba parte hasta el pasado fin de semana, defienden que es exagerado preocuparse por las justificaciones científicas del filme, ya que lo importante, dicen, es el mensaje que se oculta detrás de estos detalles. Nada más alejado de la realidad, ya que si obviamos la parte sci-fi del guión, lo que queda es una ridícula historia de amor y un juego de búsqueda del culpable, al que intencionadamente, o no, se le descubre al espectador en los primeros quince minutos del filme.
Duncan Jones ni siquiera tiene esta vez entre sus colaboradores a Clint Mansell para que con sus magníficos soundtracks rescate la cinta, con lo que el espectador solo se queda con el intento que hace el músico Chris Bacon para meter tensión a algunas de las escenas.
Lo único rescatable del desastre que es Source Code es la fotografía de Don Burgess, a quien recordamos del impecable trabajo que hizo en Forrest Gump y que logra crear algunas escenas de impacto muy disfrutables. Por desgracia no hay nada más y Source Code aparentemente será una de las decepciones más grandes que tendré este año. Curiosamente el filme tiene una calificación de 7.8 en IMDB. Definitivamente no lo entiendo.

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