Siempre fuera de la Nouvelle Vague, pero al mismo tiempo íntimamente relacionado con los extraordinarios directores que la conformaron, Jean-Pierre Melville decidió mantenerse siempre al margen de cualquier movimiento ideológico, para convertirse en una especie de padre para outsiders como Godard o Truffaut y en el supremo director de cine noir francés.
Alain Delon, el actor que define algunos de los mejores filmes de Melville y que sin duda alguna es uno de los actores más intrigantes y complejos de la historia, encarna en Le Samouraï a un asesino a sueldo que tras ser traicionado por aquellos que lo habían contratado decide cobrar venganza, al mismo tiempo que escapa de los intentos de la policía por adjudicarle el asesinato del dueño de un club nocturno.
La historia, adaptada de la novela The Ronin de Joan McLeod por el propio Melville, cuya trama ha sido reciclada infinidad de veces en los últimos veinte años, y que incluso recibió un sentido y sobresaliente homenaje por parte de Jim Jarmusch en su grandiosa Ghost Dog: The Way of the Samurai, es el perfecto compendio de todo lo que el cine noir pretende transmitir, sumergiendo al espectador en ese microcosmos donde ningún personaje es inocente y cuya supervivencia depende de la capacidad que tienen para disimular sus dobles o triples intenciones.
Delon, el perfecto samurái occidental, que esconde su casi inexistente aprecio por la vida humana bajo una expresión de increíble dureza, que contrasta con sus delicadas facciones de rompecorazones, inaugura el filme con la construcción de una elaborada coartada para justificarse ante la policía, en caso de que ésta llegara a arrestarlo por el asesinato que está a punto de cometer. Imposible es separar la mirada de la pantalla cuando el elaborado ritual se pone a prueba tras la detención del samurái, momento a partir del cual el filme se convertirá en una incesante prueba de tensión para el espectador, que tendrá el deleite de ver las fabulosas dotes de Melville como director y la perfección de un elenco que, mediante escalofriantes duelos de miradas, es capaz de transmitir en un segundo lo que treinta minutos de diálogos no conseguirían.
Por la ciudad salvaje el samurái escapará de la policía, de los ataques de aquellos que lo traicionaron y que al mismo tiempo intentará encontrar, y de dos bellas mujeres, la primera representando al amor dependiente e irónicamente interpretada por Nathalie Delon, esposa de Alain Delon y la segunda el amor motivado por el deseo, que buscará ser la perdición del samurái.
La ambientación de la cinta, construida a partir de la banda sonora de François de Roubaix y de los encuadres de Henri Decaë, responsable de dirigir la fotografía de la legendaria The 400 Blows, es definitivamente la quintaesencia del cine noir.
Melville consiguió con Le Samouraï la filmación de una de sus obras más emblemáticas y un hito en la historia de la cinematografía mundial, creando con Delon uno de los personajes más complejos y exquisitos que hayan sido proyectados en la pantalla grande y una historia, que a pesar de desarrollarse de forma pausada e increíblemente elegante, es capaz de mantener al público moderno en el borde de su asiento hasta la brillante y poética conclusión. Le Samouraï es una obra que definitivamente no puede pasarse por alto.