Hesher (2010)

Cuando llegamos a cierta edad nuestra percepción del mundo muta radicalmente. Por la cañería comienzan a escurrirse nuestros sueños de juventud, nuestras noches de sueño ininterrumpido y nuestra invulnerabilidad a la resaca del día después, mientras las responsabilidades se apilan una tras otra en forma de pequeños sobrecitos blancos rellenos de cuentas, hipotecas y demás engendros. Un día aparece tu primera cana, al otro te sorprendes leyendo la sección de finanzas del periódico. Unos lo llaman madurar, pero lo único cierto es que has cambiado y que a partir de ese momento siempre mirarás con anhelo tus años de juventud.

Es ese deseo latente por permanecer en un estado de juventud perpetua el tema principal de la ópera prima de Spencer Susser, quien adapta junto a David Michôd, director de la tremenda Animal Kingdom, una historia de Brian Charles Frank sobre la colisión entre una familia destruida por la muerte de la figura materna y un personaje completamente atípico.

Su nombre es Hesher, un metalero treintañero interpretado por el cada vez más respetable Joseph Gordon-Levitt que vive en una fábrica abandonada, hasta que un encuentro fortuito lo lleva a instalarse sin previo aviso en la casa del personaje de Rainn Wilson, un hombre que pasa sus días sumido en una intensa depresión por el reciente fallecimiento de su esposa y que es padre de un pequeño niño con el que Hesher establecerá una extraña amistad.

La negativa de Hesher por aceptar cualquier tipo de responsabilidad y su comportamiento salvaje e infantil funcionan como punto de desequilibrio de todo el ambiente que lo rodea, modificando la percepción de aquellos que llegan a tener contacto con él, mediante el uso de los lineamientos que ya había planteado Pier Paolo Pasolini de forma mucho más compleja con el célebre protagonista de su Teorema.

Natalie Portman, además de participar en la producción del filme, interpreta a uno de los personajes más tímidos de toda su carrera al dar vida a una cajera de supermercado que, sorpresa inesperada, también está intensamente deprimida y todo le sale mal, pero que por fortuna se topa con el delgado metalero y sus homemade tattoos.

Hesher, a pesar de ser una película que intenta transmitir un mensaje moral, evita caer en los insufribles discursos simplistas y empalagosos a los que son tan propensos este tipo de cintas, creando una experiencia sumamente divertida para el espectador, que al mismo tiempo se equilibra con momentos de auténtica reflexión aderezados por la excelente banda sonora, cuyo protagonista es el siempre fantástico Kill ‘Em All de Metallica.

Entre incendios provocados, vandalismo y alcohol, Hesher, en su estupendo papel de anti héroe, se convierte en un chamán del caos que nos recuerda ese gusto por las cosas simples tan propio de la juventud y que comanda esta excelente tragicomedia independiente que desafortunadamente no tuvo el impacto mediático que merecía.

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