El rol de la mujer en la sociedad occidental ha estado siempre inmerso en una gran gama de claroscuros. Ya fuera como trabajadora incansable, como centro alrededor del cual giraba el núcleo familiar, como tótem sexual o como mártir y esclava de su hombre, la figura de la mujer ha experimentado una evolución brutal a lo largo del último siglo, en cuanto a los paradigmas clásicos que definieron la identidad de su género durante milenios.
Es precisamente esa lucha por reestablecer los cánones del poder femenino la que ocupa el planteamiento central de Meek’s Cutoff, la más reciente cinta de Kelly Reichardt, quien en esta ocasión se aleja de la escritura del guión, trabajo que deja a su fiel colaborador Jonathan Raymond, para concentrarse totalmente en la dirección de la película.
La noticia de que en algún punto de norteamérica pueden encontrarse tierras listas para ser tomadas por el primero que decida poblarlas, es el motivo por el que tres familias de mediados del siglo XIX se embarcan en una odisea a través del desierto. El futuro de dicho colectivo de caravanas depende enteramente de las habilidades de orientación de Stephen Meek, el rudo y experimentado guía al que interpreta un inspirado Bruce Greenwood, cuya valía comienza a ponerse en duda al intuir que están completamente perdidos.
La inevitabilidad de una muerte segura en medio del desierto, que se hace cada vez más palpable con la diaria disminución de provisiones y agua, y la aparición de un indígena que puede llevar a las caravanas al río más cercano, pero al que es imposible entender debido a una impenetrable barrera de lenguaje, son los ingredientes que detonan el cuestionamiento de las autoridades y la proeza, no intencionada, conseguida por una de las mujeres (Michelle Williams) de instaurar un nuevo orden social.
El brillante relato que Reichardt elabora, valiéndose de un guión que a primera vista brilla por su simplicidad, pero que está compuesto de una infinidad de capas que al desdoblarse plantean interminables cuestionamientos trascendentales, incrementa su impacto con el estupendo tratamiento visual mediante el que Chris Blauvelt aprovecha la proporción de imagen de 1:1.33, formato escogido por Reichardt en un afán por homenajear a los westerns clásicos, probándole al espectador que las proporciones del widescreen no son las únicas que permiten generar un producto de gran belleza.
Después del éxito obtenido en Wendy and Lucy, nuevamente Reichardt se apoya en Michelle Williams para desarrollar su historia, sin embargo la elección del resto del elenco es francamente estupenda y tanto Bruce Greenwod, en su papel de Meek, como el joven, pero desde mi punto de vista muy prometedor Paul Dano, a quien ya habíamos visto en There Will Be Blood y que ahora es el tímido líder de una de las caravanas, dan excelentes interpretaciones, sobresaliendo también el trabajo del hasta ahora desconocido Rod Rondeaux, como el indígena que puede mostrarles el camino a la salvación, .
Con cuadros costumbristas que nos hacen imaginar lo que Jean-François Millet hubiera podido pintar de haber nacido en Norteamérica, intercalados con la desesperanza de una historia estupenda, Meek’s Cutoff se convierte en otro éxito del cine independiente norteamericano, que últimamente no cesa de maravillarnos.