Resulta irónico que un país como Irán, tan satanizado por la falsa superioridad moral del primer mundo, en donde las garantías individuales de los ciudadanos están completamente coartadas y la censura se ha convertido en una bestia insaciable, presente movimientos artísticos de una complejidad y riqueza muchas veces superiores a los que acontecen en países con una libertad social infinitamente mayor.
Independientemente de las justificaciones que puedan darse al cada vez más importante movimiento de autores que surgen día con día en Irán, los hechos hablan por sí mismos, y este año la película que debería arrasar con todos los premios fílmicos medianamente respetables, se escribió, gestó y produjo en ese país tan radicalizado, en el que se puede contextualizar la realidad social a través de, por ejemplo, los discursos de su líder supremo en los que declara que en su país no existe la homosexualidad.
Es precisamente Asghar Farhadi, el cineasta que en 2009 se llevó el Oso de plata al mejor director en el festival de Berlín por About Elly, quien ahora regresa para maravillarnos con A Separation, un filme que narra el proceso de divorcio de una pareja iraní, en donde el hombre es posteriormente acusado de asesinato involuntario, al empujar y provocar un aborto a una mujer que, por la ausencia de su esposa, lo ayudaba a cuidar a su padre enfermo de Alzheimer.
La dramática historia, que contada a grandes rasgos puede sonar demasiado melodramática, se construye a partir de un maravilloso guión escrito por el propio Farhadi, en el que la clave de su éxito es el asombroso equilibrio con el que maneja a esos personajes que, dotados de una pasmosa naturalidad, intentan librarse de los problemas que van surgiendo a lo largo de los múltiples juicios doblando la verdad de cualquier forma imaginable, sin embargo, a diferencia de los personajes que normalmente vemos retratados en la pantalla grande, éstos repudian completamente los arquetipos de bondad y maldad clásicos, siendo todos una brillante mezcla en la que ambas características se funden, hasta crear esa esencia humana que nos conforma y que es siempre tan difícil de representar.
Con un grupo de espectaculares actuaciones que monopolizaron todos los premios en el festival de Berlín, A Separation pinta un elaborado retrato, mucho más positivo de lo que cabría esperar, del sistema judicial iraní, mientras que al mismo tiempo disecciona la situación de las clases sociales y de las relaciones de pareja en un país cuyas costumbres nos son completamente ajenas, pero evitando siempre caer en los indeseables extremos que normalmente se utilizan, por desgracia, cuando el arte intenta describir situaciones sociales que son ajenas o contradicen los conceptos establecidos por la mayoría.
Impecable resulta también la producción del filme y en ningún momento se palpan carencias de postproducción, de mezcla de sonido, o de edición de imagen, humillando con esto, y con su ridículo presupuesto de 300 000 dólares, a aquellos dramas que aspirarán a recibir los elogios de los grandes mafiosos de la industria del cine este año.
El desarrollo de la historia y la delicadeza con la que los dramáticos acontecimientos se suceden en A Separation, nos dejan en claro que no estamos ante un filme ordinario y que esta grandísima joya será de las pocas películas del año que indudablemente superarán la prueba del tiempo, validando el hecho de que los mensajes que el verdadero arte trata de transmitir son siempre atemporales.