Este año el festival de Sundance ha sido el proveedor de algunas de las películas más interesantes del año, demostrando que el cine independiente sigue siendo uno de los principales bastiones en donde la inteligencia, que tanto se extraña en las producciones de mayor impacto mediático, se impone a las carencias presupuestales elaborando filmes que, al no depender de los intereses de las grandes compañías productoras, se fundamentan en una de las características más escasas del mundo del cine: la originalidad.
Martha Marcy Mae Marlene es uno de esos escasos filmes que exudan originalidad a lo largo de cada una de sus secuencias, armando gradualmente una experiencia completamente paranoide ideada por el brillante Sean Durkin, a quien el festival de Sundance otorgó el premio al mejor director del certamen, que consigue mantener incluso a los espectadores más experimentados al borde de sus asientos desde el primero hasta el último segundo.
Me es imposible dar una breve descripción de la historia inicial de esta cinta, ya que la mejor manera de enfrentarse a un filme como Martha Marcy Mae Marlene es desde la más completa ignorancia, esto debido a que cualquier sinopsis atentará inevitablemente contra el disfrute del brillante desarrollo con el que Durkin distribuye a cuentagotas la información detrás de sus complejos personajes, sus motivaciones, sus frustraciones y sus infinitos temores.
Impactante es el análisis crítico que este novel director hace de la vulnerabilidad que le supone a la psique humana el asumir a alguien como guía vital, extrapolándose dicho análisis a todos aquellos objetos y personas que dogmatizamos, en un intento por dar significado a nuestras vidas, a través de la complacencia y la búsqueda de aprobación de una figura a la que conferimos autoridad moral sobre nosotros.
Son precisamente las actuaciones de Elizabeth Olsen, como la increíblemente perturbada protagonista, y de John Hawkes, quien se ha convertido rápidamente en uno de mis actores favoritos, las que consiguen que el original guión se transforme en un violento golpe emocional orquestado por momentos histriónicos de espectacular belleza y sensibilidad, que se enfrentan contra el horror oculto bajo el opaco velo de tristeza que cubre a los personajes.
Una sobria y discreta banda sonora se une a la convencional pero efectiva dirección fotográfica de Jody Lee Lipes, consiguiendo capturar ese halo de paranoia y locura que se intuye durante todo el metraje y que torturará sin descanso los nervios del espectador, utilizando secuencias mayoritariamente de ritmo pausado que se contraponen a los frenéticos saltos temporales con los que se hila de manera magistral la historia.
Martha Marcy Mae Marlene es sin duda un filme sobresaliente, que coloca a Sean Durkin como un creador extremadamente interesante capaz de escribir y dirigir un filme nada sencillo de ejecutar, que en manos menos diestras podría fácilmente haberse convertido en una historia con cientos de errores de continuidad y lógica, pero que afortunadamente es una de las cartas más fuertes del 2011.