La vida se define de forma irremediable por nuestra interacción con la sociedad que nos rodea. Es esa colectividad de la que tanto nos quejamos la que termina por dar sentido a nuestras vidas, impulsándonos a través de la constante convivencia con personajes que, al igual que nosotros, se retroalimentan de experiencias en un mundo plagado de incertidumbres. Es dentro de ese infinito azar de relaciones que conseguimos definir palabras como amistad, amor u odio, desarrollando los vínculos afectivos que terminarán por mostrarnos la felicidad o hundirnos en los abismos más profundos de la desesperanza.
El azar hace que Matt King (George Clooney), un modesto abogado, nazca miembro de un fideicomiso familiar que posee hectáreas y hectáreas de terreno hawaiano, el cual lo convertirá en millonario cuando él y sus parientes decidan venderlo a alguna gran corporación. Es también ese mismo azar el que después de años de matrimonio y dos hijas, deja en coma a la esposa del futuro millonario debido a un trágico accidente marítimo. Y finalmente es ese nefando azar el que permite que la hija mayor de Matt King vea a su madre entrar a la casa de un hombre mientras éste la toca sugestivamente, justo unas semanas antes del accidente.
Utilizando un estilo narrativo muy similar al que Alexander Payne exhibió en la estupenda Sideways, The Descendants es un relato terriblemente emotivo acerca de un hombre y su búsqueda por conocer de forma prácticamente póstuma a la mujer con la que compartió toda su vida, embarcándose en una investigación para encontrar al hombre que probablemente tenga respuesta a todas sus preguntas: su amante.
Del mismo modo que siete años antes Payne logró darnos al mejor Paul Giamatti, en esta ocasión nos regala sin lugar a dudas al mejor George Clooney, transformando a ese galán de galanes en un hombre vulnerable, temeroso de sus decisiones, introspectivo, bueno, incapaz de comprender a las mujeres que lo rodean y anhelando siempre esa vida sencilla y sin complicaciones dentro de la que muy probablemente se oculta la felicidad eterna.
El guión, que Payne adapta de la novela de Kaui Hart Hemmings, crea una deliciosa relación de complicidad entre Clooney, su rebelde hija mayor interpretada por la prometedora Shailene Woodley y su amigo aparentemente idiota, al que da vida el prácticamente desconocido Nick Krause, formando un trío que recorrerá varias de las islas hawaianas en busca de los secretos que ocultaba la comatosa esposa del protagonista.
La en ocasiones lacrimógena historia basa su tratamiento estilístico en el buen juicio del fotógrafo Phedon Papamichael, quien se recrea con gran acierto en los maravillosos paisajes del archipiélago polinesio, el cual termina funcionando como otro personaje crucial del filme.
The Descendants es una de las más gratificantes sorpresas que he tenido este año, una cinta de bajo perfil y sin demasiadas pretensiones, basada meramente en una historia bien escrita y en una extraordinaria actuación protagónica, características que se están convirtiendo en definitorias de su director, que termina desarrollando con éxito todos los temas que plantea dejando al espectador con los ojos brillosos pero satisfecho.