Explicada durante milenios como una manifestación de la comunicación directa con Dios, como una enfermedad incurable o incluso como síntoma de poderes sobrenaturales, la locura como concepto psíquico ha estado siempre presente a lo largo de la historia de la humanidad, consternando a infinidad de grupos sociales que veían con pavor la forma en la que algunos de sus miembros asumían comportamientos salvajes, grotescos e impredecibles, que atentaban contra la tranquilidad del colectivo humano.
Es hasta el siglo XIX que se introduce el concepto de la locura como “enfermedad mental”, desarrollándose entonces la noción de que podía encontrarse una cura para aquellos individuos que, en condiciones casi siempre inhumanas, se aislaban por completo de la sociedad debido a sus radicales y extravagantes temperamentos, situación que les aseguraba una nula esperanza de rehabilitación.
A Dangerous Method es un filme que explora el nacimiento de los estudios que dieron origen a la psiquiatría moderna, engendrados por un grupo de médicos obsesionados con el descomunal mundo, prácticamente inexplorado hasta ese momento, de la mente humana y sus complejas predisposiciones hacia cualquier tipo de acción o decisión moral.
Narrada a partir de la compleja historia de amor y odio que se desarrolló a principios del siglo XX entre Sigmund Freud, padre del psicoanálisis y Carl Jung, un brillante psiquiatra que comenzó su carrera como ferviente discípulo de Freud, la cinta se suma a la reciente etapa de madurez fílmica de David Cronenberg, quien ha compensado la nostalgia de los fanáticos que extrañan su faceta más salvaje, con filmes cerebrales que privilegian el desarrollo de personajes emocionalmente muy complejos, por encima del rebuscamiento violento y conceptual que se había convertido en su principal atributo, manteniendo sin embargo ese memorable estándar de calidad que lo ha acompañado a lo largo de su carrera como director.
Cronenberg, que adapta la novela de John Kerr: A Most Dangerous Method, tomando prestados elementos visuales de la obra de teatro de Christopher Hampton: The Talking Cure, construye una película que ahonda con gran acierto dramático en la relación entre dos genios que sentían admiración mutua, pero cuyo celo profesional y la desaforada ambición intelectual con la que perseguían sus objetivos, hicieron incapaz cualquier interacción medianamente estable con otro ser humano que pudiera cuestionarlos.
Es posible que el eslabón más débil de la cadena narrativa sea la actuación de Keira Knightley, la cual, a pesar de que entrega un desarrollo histriónico bastante correcto, a veces se siente un poco forzada en su papel de paciente de Carl Jung, interpretado por el extraordinario Michael Fassbender, el cual sucumbe a la tentación de convertir en su amante a la joven obsesionada sexualmente con su padre, romance que le abre los ojos a un posible replanteamiento de las teorías sexocentristas del psicoanálisis y que termina por causar la ruptura con Freud.
Técnicamente impecable, la historia que Cronenberg arma a través de su cada vez más característico estilo narrativo, sobrio y sin más pretensiones que las de contar una historia, es una interesante introducción a las teorías que conforman actualmente gran parte de la interpretación psicoanalítica moderna, evidenciando el dominio del sexo como fuerza motriz de la psique del ser humano y planteando la pregunta de si en realidad, por simplista que parezca, todo lo que somos y dejamos de ser está motivado por el insaciable deseo de satisfacer los placeres más primarios, aquellos que irónicamente devuelven al ser humano a su condición más animal.