Joy Division (2007)

“Saber morir a tiempo”. En esa ambigua frase recae uno de los grandes pilares que, junto con el talento y la suerte, dan forma al concepto de la leyenda artística suprema.

Si aplicamos dicho precepto a la música contemporánea, resulta imposible no lamentar muertes súbitas como las de Cobain, Hendrix, Joplin, Mercury, Winehouse y muchos otros íconos populares que encontraron un fin prematuro en los brazos de ráfagas de balas o funestas sobredosis. Sin embargo, todos esos casos también nos recuerdan que la ocurrencia de la muerte en el cénit de una carrera artística, no sólo evita posteriores descalabros creativos, sino que potencia de manera indudable la leyenda alrededor del artista en cuestión.
Es el sacrificio vital, aunado a una capacidad creativa apabullante, lo que envuelve en esa aura de mística y maravillosa autodestrucción a la legendaria banda de Post-punk: Joy Division. Agrupación que, con apenas dos discos de estudio, transformó e influenció la forma en la que la música pop evolucionaría durante las tres décadas posteriores a su desafortunada desintegración.

Joy Division es el nombre del documental mediante el que Grant Gee, director británico que había trabajado previamente con Blur y Radiohead, ensambla la historia de una de las bandas más oscuras y perturbadoras de la era moderna, justo el mismo año en que el fotógrafo Anton Corbijn filmara su notable adaptación cinematográfica de la vida de Ian Curtis: Control.

Contada por los tres miembros originales de la agrupación que sobrevivieron al suicidio de Curtis, vocalista de Joy Division, acaecido una semana antes de que la banda iniciara su carrera al más completo estrellato al embarcarse en una gira norteamericana, el documental gradualmente recorre los momentos que dieron forma al peculiar sonido de un conjunto, surgido prácticamente de la nada, que el público no podía asociar con ningún estilo existente en ese momento.

Un cúmulo de personalidades relatan la progresión de los cuatro jóvenes músicos, que comenzaron su revolución sonora después de presenciar el concierto que los Sex Pistols dieron dentro de un pequeño auditorio en Manchester. Revolución que inició con el potente nombre de la banda, obtenido de una novela (House of Dolls) que hablaba de los prostíbulos de los soldados alemanes durante la Segunda Guerra Mundial (Joy Divisions), que posteriormente fraguó con el peculiar sonido que emanaba de una batería adulterada en postproducción con gravísimas guitarras y bajos, y que finalmente estalló con el talento lírico, la voz de barítono y la autodestructiva personalidad del extraordinario Ian Curtis.

Entre recuerdos anecdóticos, escenas invaluables de presentaciones de la banda en vivo y la espectacular atmósfera que proveen las canciones de Joy Division, el documental de Grant es una estupenda oportunidad para revivir la historia de los que posteriormente serían los miembros fundadores de New Order, y un sentido tributo a la figura de uno de los grandes letristas del siglo pasado, que como buen poeta maldito, cayó víctima de su propia genialidad.

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