The Dark Knight Rises (2012)

Podrán escribirse incontables líneas sobre Christopher Nolan, evidenciando una tras otra las carencias que ha manifestado a lo largo de sus ocho largometrajes: artificioso, incongruente,  sobrevalorado, incapaz de llevar sus pretensiones a buen puerto, etc. Pero lo que nadie puede negar, a pesar de las rabietas que podemos hacer sus detractores, es el dominio que este director inglés tiene tanto de las expectativas de su público como de la psique de aquellos a los que dirige sus obras.

Con un negrísimo preludio de violencia, en el que un abyecto fanático de la saga extinguió las vidas de varios asistentes a una premiere en los Estados Unidos, se estrenó The Dark Knight Rises, el filme que concluye la que muchos califican como la mejor interpretación que se ha hecho sobre Batman, el legendario héroe creado por Bob Kane en 1939, quien ha sido llevado hasta el hartazgo a la gran pantalla de la forma más afortunada y desafortunada posible.
Después de una primera cinta olvidable y de una secuela vertiginosa, astuta y memorable, Nolan entrega el cierre de la trilogía del encapuchado millonario, huérfano y atormentado, combinando las cualidades y desventajas de las dos obras previas, para obtener un producto que, si bien no alcanza el despliegue de ingenio y la mística de la segunda película, es sin duda un digno cierre a esta trilogía que, al calor de las copas y del momento, me atrevo a decir que en su conjunto es el esfuerzo de adaptación más memorable que se ha hecho de un superhéroe a la gran pantalla a lo largo de la historia del cine.
Nolan, que elabora junto a su hermano el guión del filme, nos presenta a un Bruce Wayne acabado física y mentalmente después de su brutal encuentro con el Joker (o Guasón, como prefieran), viviendo una vida de ermitaño en su monstruosa mansión y alejado de una Gotham que gracias a él ahora se encuentra sumergida en la paz más imperturbable. Por fortuna para el espectador, bajo la ciudad hay un laberinto de cloacas en donde se gesta una revolución anárquica comandada por un despiadado villano de nombre Bane, quien pretende robar un poderoso reactor nuclear para tomar como rehén a la ciudad entera, obligando al pusilánime Wayne a que desempolve tanto su viejo traje de murciélago como su fingida voz cavernosa.
Atacando la gran dificultad de darle al público un villano que se equiparara a aquel Joker al que Ledger dotó de un brutal poder interpretativo, y que posteriormente elevaría a un nivel de leyenda con su trágica muerte, Nolan cumple al entender que no puede crear un personaje que consiga igualar por los mismos caminos a su anterior villano, introduciendo por tanto a Bane, brillantemente interpretado por Tom Hardy, quien mediante su salvaje y visceral comportamiento representa la antítesis de la cerebralidad del Joker, situación que hace inútil cualquier intento comparativo entre ambos.

Dentro del espectro de calidad que se había podido observar en las dos películas previas se mantiene el elenco original, siendo las adiciones más importantes la de Joseph Gordon-Levitt, como un joven policía que da un toque de dinamismo muy interesante a la historia, y la polémica inclusión de Anne Hathaway como la femme fatale de la cinta, actriz que se presumía demasiado débil para el papel que interpretaba, pero cuya dulzura valida la plausibilidad de la dramática conclusión del metraje.

Con una trama interesante, que vista a nivel global es mezcla de la mitología de Batman Begins y de la inteligencia argumental de The Dark Knight, el filme adolece sin embargo de una gran cantidad de inconsistencias, en absoluto leves, que restan en todo momento credibilidad a un argumento interesante que merecía mayor cuidado por parte de Nolan, extrañando una vez más a ese asesor de sentido común que tanto hace falta en el cine contemporáneo.

Si el espectador decide hacer caso omiso de algunos de los sinsentidos narrativos y tolera ese final que tira un poco por tierra la inteligencia del argumento planteado, The Dark Knight Rises es un filme que cumple con el objetivo de emocionar y entregar, de la mano de una estupenda pirotecnia visual, el cierre de esta saga que seguramente se convertirá en el mayor logro de un director elevado por algunos a nivel de deidad, vilipendiado por otros hasta el cansancio, pero de innegable inteligencia y habilidad comercial.

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