Full Metal Jacket (1987)

La ciudad de Hue en Vietnam ha muerto. Por sus calles saqueadas, destruidas e incendiadas, vaga un pelotón de sombras que brilla al contraste de las llamas; única luz en la noche; única luz en la guerra. En sus cascos sucios y en sus uniformes gastados se adivina el horror de la batalla, y sin embargo, las graves voces marciales repiten una y otra vez el himno del programa de televisión para niños, The Mickey Mouse Club, mientras se adentran en el vacío vital de la guerra, conscientes de su inherente estupidez, pero incapaces de poner alto a la inercia destructiva que se ha desatado en sus otrora civilizadas mentes. Y así, penetrando la noche y el humo, por encima de ese cántico que convierte a una canción de niños en el nuevo y grotesco himno nacional de Estados Unidos, se escucha la voz en off del protagonista de Full Metal Jacket: “I’m so happy that I’m alive, I’m in a world of shit, yes, but I’m alive, and I’m not afraid”.

Son dos los pilares que sostienen la cúspide de la representación bélica en el cine moderno, por un lado, Francis Ford Coppola esgrimiendo su brutal viaje al fondo de la locura en Apocalypse Now, y por el otro Stanley Kubrick, uno de los cineastas más versátiles de todos los tiempos, con este retrato hiperrealista de la dinámica de la guerra, y de los procesos psíquicos mediante los que se reorganizan los valores de un ciudadano modélico, para convertirlo en una perfecta máquina de matar.

Kubrick expone la metamorfosis de sus personajes desde la mayor linealidad narrativa posible, comenzando su cinta con la abducción gubernamental que, al iniciar la guerra de Estados Unidos contra Vietnam, sometió a toda una generación de jóvenes productivos a un salvaje entrenamiento, cuyo objetivo era moldear física y mentalmente a esos campesinos, obreros, o chicos reclutados de los suburbios, para obtener soldados homogéneos que actuaran siempre desde la más rigurosa disciplina, siguiendo una serie de protocolos que teóricamente los ayudarían a sobrevivir en el infierno.

Es en esa primera parte del filme donde se desglosa la personalidad de los jóvenes soldados, entre los que destacan las actuaciones de Matthew Modine, como lider filosófico del grupo, narrador de la cinta y protagonista de la segunda mitad de la historia; Vincent D’Onofrio, quien da vida a un soldado raso en el que se focaliza toda la filosofía de control mental planteada por Kubrick, logrando con esto el mejor papel de toda su carrera; y finalmente el Sargento en vida real Ronald Lee Ermey, quien asume el papel de instructor de los jóvenes guerreros y que encarna a uno de los personajes más extraordinarios que haya dado jamás el cine bélico.

Es en la segunda parte de la cinta, durante la representación de la batalla de la ciudad de Hue, que Kubrick enfrenta a sus agerridos personajes a la desaforada bestialidad del combate armado, dejando en claro que nada puede preparar a un grupo de hombres para la guerra, mas que la guerra misma, y explorando junto a su inseparable camarógrafo, Douglas Milsome, cualquier cantidad de métodos y composiciones visuales para sumergir al espectador, con pasmoso realismo, en la psicosis de la lucha por la supervivencia.

Como un auténtico broche de oro brilla  la banda sonora compuesta por la hija de Kubrick, Vivian, que contribuye en gran medida a la oscuridad emocional del filme y que al mezclarse con éxitos populares de los años sesenta genera una experiencia audiovisual espectacular.

Cargada con un fuerte subtexto anti bélico, que en ningún momento pretende ser moralizante, la adaptación que Kubrick hace de la novela autobiográfica de Gustav Hasford, The Short-Timers, contiene algunos de los momentos visuales y conceptuales más valiosos y crudos de la filmografía del director norteamericano, quien consigue construir una historia imperecedera sobre la increíble adaptabilidad moral del ser humano bajo circunstancias límite.

Al final del día Full Metal Jacket se constituye, junto con Apocalypse Now, como la mejor película moderna de guerra, y la que debería disuadir a cualquier cineasta de incursionar en la realización de otra revisión de este tema tan burdamente sobreexplotado.

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