Los primeros minutos con los que Post Tenebras Lux inicia su aparentemente complejo, pero en el fondo extremadamente sencillo, viaje por el inconsciente colectivo mexicano, son sin duda la epifanía más maravillosa que ha tenido Carlos Reygadas a lo largo de su atípica y casi siempre impecable filmografía. Sin lugar para el diálogo, lo único que cabe en esa pantalla, que reniega del widescreen para utilizar un formato 4:3, es la belleza en su estado más puro. Sin artificios. En carne viva.
Es en ese clima de aislamiento cultural en el que el personaje de Jiménez y su esposa (Nathalia Acevedo), intentan mimetizarse con los nativos de una tierra enraizada socialmente en una serie de parámetros aparentemente similares en forma, pero diametralmente opuestos en fondo a la visión occidentalizadora de la acaudalada familia que, con la ingenuidad propia del conquistador, cree que el dotar de trabajo y dinero a la sociedad que la rodea le permitirá tener acceso a sus códigos emocionales y a la aceptación de ésta.
Lúcido, entrañable y desgarrador es el retrato que Reygadas hace de la sociedad mexicana contemporánea, producto de una revolución que fracasó en su intento unificador de las clases sociales y que ha dejado en la actualidad un vacío insalvable entre el México rico, satisfecho con su filantropismo y con sus muestras de afecto a la servidumbre, y el México infrahumano, siempre reprimido y resentido, que vive en una lucha fútil contra esa percepción de injusticia vital que se permea por los tablones de madera podrida que lo cubren de la lluvia.
Con un método narrativo absolutamente vistoso, que mezcla presente, pasado y futuro sin transición alguna, Post Tenebras Lux es tal vez el trabajo más lírico y delicado de Reygadas, quien ayudado por un lente biselado con cierto desenfoque, el cual dota a la cinta de una cualidad estética maravillosa, consigue sacar el máximo partido del formato 4:3, tan escasamente utilizado en un cine que prefiere las tomas panorámicas y la multiplicidad de los planos a la potencia del close-up y el plano sencillo.
En su papel de cineasta intuitivo por excelencia, Reygadas se deja llevar por sus convicciones y por su particular visión del estado social mexicano, haciendo una crítica estructurada a partir de la colisión del México occidentalizado con el México indígena, la cual siempre ha estado presente de manera subyacente en su filmografía, pero que en esta ocasión asume el papel protagónico del relato, a través de un viaje multicultural que inicia y termina en esa terrible violencia natural tan venerada por Herzog.
El maravilloso revoltijo cultural que Reygadas expone, tiene sus mayores problemas en el ámbito del guión a nivel de diálogos, ya que, cuando éstos no son improvisados por los actores o dichos de forma coloquial, el halo de naturalidad termina por perderse con algunos textos en los que Reygadas intenta ahondar en el estado psíquico de los personajes. Por fortuna esta situación se presenta apenas en un par de secuencias y no demerita en absoluto el nivel de la cinta en su conjunto.
Post Tenebras Lux tal vez sea la película definitiva del director de Stellet Licht hasta el momento. Un trabajo narrativo redondo, mucho más digerible que sus previas incursiones cinematográficas, el cual, dentro de su crudeza, se atreve a introducir con total desparpajo y sin previo aviso o justificación, elementos de realismo mágico que se entrelazan en un maravilloso ejercicio visual, que consigue sacar poesía ya sea de la terrible y majestuosa destrucción de un bosque, o de los cuerpos sudorosos y expectantes dentro de una sauna de intercambio de parejas en Francia., erigiéndose como el filme más hermoso, visualmente hablando, que he visto este año.