Jagten (The Hunt) (2012)

Thomas Vinterberg ha tenido una carrera por demás irregular. El director de la maravillosa Festen y fundador junto a Lars von Trier del efímero movimiento Dogma 95, ha sido capaz de generar obras tan extraordinarias como mediocres y ridículas a lo largo de su trayectoria fílmica. Sin embargo, después de su fallido flirteo con la industria hollywoodense, Vinterberg regresó a su natal Dinamarca para volver a enfocarse en lo que hace años lo colocó como uno de los directores más prometedores de su generación: retratar con ojo clínico y brutal crudeza las conductas más miserables de la humanidad.

Junto a Tobias Lindholm, guionista con el que trabajó también en la desoladora Submarino, Vinterberg aborda de forma magistral uno de los temas más escabrosos que pueden encontrarse en la sociedad occidental moderna: la pedofilia. Sin embargo, el director danés se acerca a esta grotesca temática mediante un brillante giro en el que uno de los maestros de un jardín de niños ubicado en un pequeño pueblo boscoso, donde todos los pobladores se conocen entre sí a la perfección, se enfrenta a las falsas acusaciones de una niña que declara haber sido abusada sexualmente por él.
Es el soberbio Mads Mikkelsen quien da vida a Lucas, un modélico profesor divorciado, pacífico y profundamente apreciado por su diminuta comunidad ,  el cual ve, desde la impotencia más aterradora, cómo su rutina y su círculo social comienzan a desmoronarse completamente por una simple mentira infantil que, reforzada por la incapacidad humana de otorgar el beneficio de la duda a alguien acusado de un crimen tan nefando, convierte en tan sólo unos meses al personaje de Mikkelsen en un completo paria social.

El amargo trago por el que Vinterberg hace pasar a su audiencia se fundamenta en un brillante cúmulo de actores y en el intenso duelo histriónico que ocurre entre Mikkelsen y Thomas Bo Larsen, siendo este último tanto el padre de la niña supuestamente abusada como el mejor amigo del acusado, situación que deviene en un drama de proporciones avasallantes que Vinterberg resuelve con absoluta maestría.

Gradualmente, el perfecto ecosistema de la sociedad primermundista que se retrata en el filme, se descompone por el nebuloso rumor hasta involucionar a un estado primitivo, en el que los individuos que conforman el microcosmos social ven inutilizado su sentido común en pos de un frenesí punitivo, fundamentado inicialmente por las juguetonas declaraciones de una niña, pero alimentado por una comunidad adulta ingenua, incapaz de considerar la posibilidad de que la niña tenga algún motivo para mentir.

El brutal relato de supervivencia social que Vinterberg plantea está aderezado en todo momento con el impecable trabajo compositivo de la fotógrafa Charlotte Bruus, quien consigue armar planos de un dinamismo fantástico, los cuales en un par de ocasiones, a pesar de su cuidadísima producción, llegan a rememorar de manera intencionada la vibrante intensidad del movimiento Dogma 95.

Menos dramática que Submarino, pero elaborada con muchísima más inteligencia, Jagten es una cinta que le devuelve a los fanáticos de Vinterberg, por primera vez desde Festen, ese sentimiento de perfección cinematográfica, tanto técnica como argumental, el cual termina por reforzarse con la extraordinaria escena final de este relato que coloca al espectador, acostumbrado siempre a ver todo desde la más absoluta superioridad moral, en medio de una situación en la que se descubre, contra su voluntad, no del lado de la victima, sino de los victimarios.

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