Brillante estudio de tres polos completamente disímiles pero profundamente dependientes entre sí, el ejercicio narrativo de Schwarz presenta de forma intercalada la historias de un médico forense radicado en Ciudad Juárez, la localidad más mortal del territorio mexicano; la del líder de los Bukanas de Culiacán, una de las bandas más emblemáticas del célebre Movimiento Alterado; y finalmente retratando el estado en el que se encuentra Sinaloa, semillero de los más renombrados narcotraficantes mexicanos.
Es a partir de ese tríptico que se construye el devastador panorama de un conflicto que ha asolado a México durante décadas, pero que por desgracia comenzó a preocupar a las autoridades cuando la infección se había transformado ya en una lepra incontenible. La guerra fratricida que se vive en Ciudad Juárez es sólo uno de los ejemplos que Schwarz enumera cuidadosamente, en relación a la forma en la que esa cultura de la muerte y el exceso se ha implantado, cual virus, en la mente de los habitantes de la frontera mexicana.
¿Cómo modificar los parámetros de conducta de una comunidad donde el triunfo social se mide en cuernos de chivo (AK-47) cubiertos de oro, lujosas camionetas, las mejores “viejas”, la droga más pura, y el poder para pasearte sin temor frente a las autoridades que previamente has comprado? La figura del narco enarbola la máxima fantasía del superhéroe, un personaje invulnerable con tanto poder que no sólo se encuentra fuera de la ley, sino que crea su propia ley. Un señor feudal con libertades que nadie más puede permitirse, pero que conserva la lealtad del pueblo mediante la repartición de dinero, pero sobre todo mediante la promesa del poder, porque, más aún que el sexo, querido Freud, lo que mueve al mundo es el ansia de poder.
El drama está presente en todo momento dentro de la ópera prima de Schwarz. Ya sea en el rutinario trabajo del médico forense de Ciudad Juárez, que pasa los días inmerso en carnicerías desaforadas que lo han insensibilizado emocionalmente; o en los conciertos de los Bukanas de Culiacán, que irónicamente nunca han estado en Culiacán pero salen al escenario con sendas bazucas para complacer a la multitud de seguidores que, noche tras noche, ven sus presentaciones en los Estados Unidos; o incluso en el magno cementerio de Jardínes de Humaya, en Culiacán, donde una ciudad de mausoleos custodia a los narcos que han sido abatidos en los últimos años por las fuerzas federales.
Alejado de cualquier pretensión estética, lo que sorprende dada su extensa carrera como fotógrafo, Shaul Schwarz no quiere distraer al público con nada que no sea el desolador drama asociado a los tres puntos de vista que hábilmente, e incluso temerariamente, retrata en una cinta indispensable para cualquiera que busque entender el profundo conflicto que enfrenta México ante el narcotráfico.
” Ay, pues a mí sí me gustaría ser la novia de algún narco…” declara ante las cámaras una niña de 15 años a las afueras de una escuela pública en Ciudad Juárez. Ni cómo hacerle. Así están las cosas.