Jigoku de naze warui (Why Don’t You Play In Hell?) (2013)

A lo largo de su extensa trayectoria cinematográfica, el director japonés Sion Sono se ha convertido en uno de los cineastas más irrestrictos e imaginativos que pueden encontrarse en la actualidad. La habilidad de Sono para crear guiones completamente atípicos, que además de sorprender por su salvajismo impactan por su complejidad temática, hacen de cada estreno del director nipón un acontecimiento generador de grandes expectativas.

El cine de Sono no es de fácil digestión, su obsesión por temas tabú como la sexualidad y la violencia han mermado su capacidad de distribución en el aún mojigato mercado occidental, sin embargo, detrás de todo ese shock value se esconde un cine de grandísimas posibilidades y una maestría narrativa que, sin lugar a dudas, ha llegado a un notable clímax en su más reciente cinta Why Don’t You Play In Hell?

El filme, relatado con el dinamismo característico de Sono, narra las aventuras de un grupo de fanáticos del cine que, tras haber desperdiciado su juventud en proyectos fílmicos vacíos y ridículos, son contactados por el jefe de un clan yakuza que desea filmar una cinta protagonizada por su hija. La filmación, carente de cualquier tipo de guión pero poseedora de recursos monetarios ilimitados, pretende ser un regalo para la esposa del jefe yakuza, la cual será puesta en libertad tras haber permanecido varios años en prisión por el destazamiento de un grupo de sicarios del clan enemigo.

Partiendo de la peculiar premisa, Sono arma un metarrelato que juega con un extenso cúmulo de percepciones sobre la creación fílmica. Por un lado, la ridiculez del cinéfilo geek, enamorado de su fanatismo, de su conocimiento enciclopédico, obsesionado con la creación fílmica y completamente carente de talento; por otro lado, la brutalidad del público “de a pie”, representada a través de los yakuza, seres interesados únicamente en activar los códigos narrativos necesarios para crear impresionantes secuencias de acción, e ignorando completamente cualquier atisbo de hilo narrativo; y finalmente el punto de vista de Sono, el cual también somete a juicio del espectador su peculiar visión de la creación cinematográfica, creando una gran cebolla narrativa en la que sus múltiples capas se muestran cada una más sangrienta y demencial que la anterior.

A pesar de su exagerado nivel de violencia, y de no tener concesión alguna con el espectador, el efectivo tono cómico del filme lo convierte en uno de los trabajos más accesibles dentro de la filmografía de Sono, quien logra mezclar con gran acierto situaciones hilarantes e incontenibles baños de sangre, los cuales inundan la pantalla al más puro estilo del primer volumen de Kill Bill pero con un humor muchísimo más renegrido.

Memorable resulta el trabajo de cámara de Hideo Yamamoto, quien junto a Sono compone secuencias de una belleza profundamente impactante, que no sólo no se ven disminuidas por la irreverencia de la película, sino que al trabajar en conjunto con la cuidada banda sonora compuesta por el propio Sono, resultan en un filme de grandes contraposiciones dignas de ser recordadas.

Disfrutable de principio a fin, Why Don’t You Play In Hell? es un hito importante en la filmografía de Sion Sono, una prueba irrefutable tanto del valor de su creador como del refinamiento que ha tenido su capacidad para jugar con los extremos narrativos, regalándole una vez más a su público otro vistazo a los callejones más negros de su mente. Callejones grotescos de los que, aunque parezca descabellado, no queremos salir.

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