Superbad, Pineapple Express y This Is the End, todos exponentes sobresalientes de la nueva comedia norteamericana, bien podrían haber sido dirigidos por el mismo cineasta, sin embargo, su peculiar estilo narrativo y la irreverente actitud de sus protagonistas descansan sobre un común denominador llamado Seth Rogen. Es ese actor, de voz grave y rango histriónico prácticamente nulo, uno de los principales autores de la corriente cómica que más profundamente ha impactado los cimientos de Hollywood en la última década.
Dirigida por Nicholas Stoller, experimentado cineasta de comedia y eterno compañero de Jason Segel, junto al que escribió las exitosas Get Him To The Greek y The Five-Year Engagement, Neighbors es el primer filme en el que Stoller no tiene injerencia alguna en la escritura del guion, dirigiendo casi por encargo una historia escrita específicamente para el inamovible personaje de Rogen, quien en esta ocasión da vida a un primerizo padre de familia que junto a su joven esposa, interpretada por Rose Byrne, debe lidiar durante hora y media de metraje con una fraternidad de fiesteros universitarios que se mudan junto a su casa.
Todo en el filme está dispuesto como en una cinta típica de Rogen, la atmósfera intenta ser la misma, las situaciones y el desarrollo de la historia intentan ser reproducciones de algunos de los grandes éxitos del actor, e incluso su eterna pareja, el polémico James Franco, es sustituido por ese perturbador clon defectuoso que es su soso hermano menor. Uno tras otro se suceden los intentos de hilaridad en el duelo que sostiene Rogen contra su antagonista: un musculoso Zac Efron que inmediatamente se muestra como el aspecto más rescatable del filme, el cual comandará a decenas de jóvenes escandalosos en una guerra que intenta (otra vez esa palabra) aparentar proporciones épicas, pero que se queda, salvo en contadas secuencias (véase la “De Niro party”) en intentos fallidos dignos de cualquier película de moderados excesos adolescentes.
Con algunos momentos rescatables que brillan en un cúmulo de gags gastados, Neighbors busca ser un relato acerca de la brusca transición a la paternidad, que se percibe muy por debajo del nivel al que nos tienen acostumbrados tanto Rogen como Stoller, quedando éste último atrapado en un filme al que es incapaz de imprimirle ese ritmo tan característico que había perfeccionado con anterioridad, en un claro intento por propiciar una película “a la Rogen”, sin percatarse de que para hacer eso es necesario contar, más que con la aparición actoral de éste, con su participación en la creación argumental. Neighbors es un filme para encerrar en el cajón del olvido.