La privacidad en el mundo moderno es una cruel ilusión. Cada que encendemos el teléfono por las mañanas intentamos olvidar que ese rectángulo liso y delgado lo sabe todo de nosotros. Entramos a Facebook y buscamos no pensar el por qué de sus inexplicables pero siempre acertadas sugerencias de posibles “amigos”, mientras con desdén y risa burlona imaginamos que esos anuncios de Viagra en nuestras bandejas de entrada son mera coincidencia, o que tan sólo es una interesante casualidad que justo cuando pensamos comprar un asador y un auto, Google nos ofrece en uno de sus múltiples anuncios una parrilla para asar carnes dentro del coche (grotesco invento, por cierto).
La realidad es que esa bestia informe llamada Internet lleva décadas alimentándose de nuestros más complejos deseos, utilizándolos para impulsar la compleja maquinaria de consumo que hace girar los engranajes de ese capitalismo salvaje y desbocado que nos alimenta y consume día tras día. ¿Había alguien que no lo supiera?
El problema es que tendemos a no pensar en la incómoda realidad, y el sistema que tan hábilmente recompensa nuestro trabajo diario con artículos de consumo y programas de televisión, ha aprovechado la relativa comodidad del ciudadano occidental promedio para tomarse, usualmente tras bambalinas y desde la más absoluta secrecía, atribuciones que invaden de manera cada vez más descarada la privacidad de sus habitantes, ejerciendo el viejo adagio de “información es poder” hasta niveles verdaderamente inauditos.
Citizenfour, filme dirigido por Laura Poitras y ganador del Oscar a mejor documental, es una cinta de vital importancia para comprender las nuevas prácticas implementadas por los gobiernos del “free world” para controlar y mantener a raya a sus ciudadanos, así como un escalofriante relato sobre las represalias que pueden ejercerse contra aquellos que osen oponerse a tales prácticas.
Narrada en clave de thriller, la cinta relata con gran habilidad los acontecimientos que convirtieron a Edward Snowden en uno de los hombres más buscados por la justicia estadounidense. Personaje que en su papel de contratista independiente asignado a la National Security Agency, utilizó sus privilegios de acceso a documentos clasificados para revelar gigantescas cantidades de información sobre el grotesco proceder de Estados Unidos en sus incursiones bélicas, así como sobre la desproporcionada operación de espionaje que el gobierno norteamericano ejercita, tanto sobre gobiernos extranjeros como sobre sus propios ciudadanos, almacenando prácticamente todas las conversaciones via teléfono o Internet, y escudándose para ello en el deseo de proteger a sus ciudadanos y al mundo entero del terrorismo.
A lo largo de dos horas de metraje Poitras contextualiza la visión de Snowden mediante la edición de incontables horas de video que la directora, junto al reportero de The Guardian, Glenn Greenwald, capturó en la habitación del hotel de Hong Kong desde el que Snowden, frente a los ojos atónitos de los reporteros que lo grababan, fue gradualmente liberando la controvertida información mientras planeaba la forma en la que iba a eludir los intentos del gobierno norteamericano por encontrarlo. El resultado es un documento fílmico narrado de forma efectiva y concisa, cuyo argumento bien podría haber sido sacado de algún libro de Isaac Asimov, y que al terminar entre una miríada de escalofriantes preguntas aún sin respuesta, lo único que puede concluirse es que la ilusión de libertad que permea la vida cotidiana del hombre en el siglo XXI, es precisamente eso: una ilusión.