Las inclinaciones del director norteamericano Cary Joji Fukunaga por hacer un cine con alto contenido social se hicieron más que evidentes desde Sin nombre –su modesto pero llamativo filme debut– en el que narraba las vicisitudes que sufren los migrantes sudamericanos en su trayecto hacia la frontera con Estados Unidos. Una vez alcanzada la notoriedad mediática con su trabajo directorial en la renombrada serie televisiva True Detective, Fukunaga decidió regresar a la pantalla grande con un relato cargado nuevamente con el drama que yace detrás de la lucha humana por la supervivencia.
Filmada con un costo de seis millones de dólares y comprada por NETFLIX en doce para su estreno mundial en streaming –situación que dio pie a un boicot por parte de varias cadenas de cine norteamericanas por no estar en cartelera 90 días antes de salir en otros formatos– Beasts of No Nation relata el reclutamiento y evolución de un niño africano en una célula guerrillera ubicada en un país sin nombre –alegoría del sinnúmero de conflictos similares en el continente– fundamentada en el salvajismo irredento de quienes en un inicio incendian y asesinan por venganza, para hacerlo después por rutina, vagando escopeta en mano por la jungla, de objetivo en objetivo, inmersos en una realidad similar, no ya a la del depredador salvaje, sino a la del virus y su ociosa voracidad.
Por desgracia, a pesar de ser un filme ejecutado con espectacular habilidad técnica –a diferencia de cintas con temática similar como la interesante Johnny Mad Dog– la película aporta más bien poco a lo que el espectador promedio podrá anticipar de la breve sinopsis que di en el párrafo anterior. Fukunaga crea secuencias visualmente extraordinarias –véase la batalla alucinógena filmada en infrarrojos, o las demenciales cargas guerreras de hombres completamente desnudos cuya única posesión es el rifle automático en sus manos– pero recurre a todos y cada uno de los clichés que podrían anticiparse en la historia de un niño guerrillero: familia asesinada, deseo de venganza, manipulación, abuso, y futilidad vital. Situación que en descargo de Fukunaga resulta más atribuíble al material fuente –la novela homónima de Uzodinma Iweala– que a su esfuerzo de adaptación.
A pesar de lo anterior, el filme funciona gracias a que el director norteamericano se rodea de gente extremadamente talentosa, y para comprobarlo no hace falta mas que ver el papelón de Idris Elba como líder guerrillero, el impecable trabajo de Abraham Atta como el sufrido protagonista, o el notable diseño de producción de Inbal Weinberg. Pero por encima de todo –honor a quien honor merece– está la mano omnipresente de Fukunaga, quien además de dirigir, funge como productor, como director de fotografía, y como escritor del guión adaptado.
Buena elección de NETFLIX para abrir su catálogo de películas originales, Beasts of No Nation es una cinta que a pesar de negarse a desmenuzar el drama de las milicias infantiles más allá del sentimentalismo ordinario con el que suele abordarse, constituye una experiencia estética y narrativa interesante, que se alza como un peldaño más en la carrera de un director cuya filmografía sigue un franco camino ascendente.