Por alguna no tan misteriosa razón, el típico blanco occidental (yo) en más de una ocasión busca autoconvencerse de que el racismo es cosa del pasado. “Hemos avanzado mucho”, me escucho decir en reuniones sociales, cuando pienso que hace apenas seis décadas los negros estadounidenses tenían que utilizar baños, bares, restaurantes, sitios públicos, escuelas y bebederos diseñados específicamente para su raza. ¿La razón?: las famosas leyes Jim Crow (epíteto despectivo con el que los blancos del sur de Estados Unidos se referían a los negros) que permanecieron activas hasta 1965 y que validaban legalmente un conjunto de restricciones sociales para todo aquel que formara parte de la negritud. “Hemos avanzado mucho”, me digo una y otra vez desde mi trinchera blanca occidental, mientras imagino el horror de las plantaciones de algodón sureñas transformado en el desarrollo de comunidades negras que “no estarán en la opulencia pero tampoco en la esclavitud”. La idea de un avance me tranquiliza, hasta que recuerdo que las leyes de segregación fueron consideradas también un gran avance respecto a la esclavitud.
Get Out, la ópera prima del guionista y actor Jordan Peele, es precisamente un ataque directo en clave de cine de terror a la minimización sistemática del problema racial en Estados Unidos, y al sentimiento de victoria racial que devino de la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca.
El filme comienza como una adaptación del clásico cinematográfico Guess Who’s Coming to Dinner –en el que Sidney Poitier interpretaba a un médico negro que va a visitar a los padres de su prometida blanca en la década de los sesenta– con la única diferencia de que, en el filme de Peele, el chico afroamericano deberá ir a la casa de campo de los padres de su novia, ubicada en un remoto suburbio de blancos adinerados. Como podrán constatar en el trailer de la cinta, conforme el encuentro se desarrolla el protagonista comienza a notar que el comportamiento de sus futuros suegros pasa de lo incómodamente amistoso a lo extraño, y en última instancia a lo verdaderamente terrorífico, desentrañándose una red de mentiras y conspiraciones de gran ingenio narrativo.
En Get Out, Peele consigue entremezclar con brillantez inusitada dos géneros en apariencia antagónicos: la comedia y el horror; dotando a sus personajes de una multidimensionalidad narrativa que le permite exponer y atacar con precisión quirúrgica una gran cantidad de perversos mecanismos sociales cuyo común denominador es el racismo. En apenas cien minutos de metraje, Peele consigue crear una alegoría que exhibe tanto los orígenes del odio racial como la compleja maquinaria del privilegio blanco, que se autodefine progresista, pero que en su aparente “tolerancia” racial y su admiración por la corporeidad africana esconde un desdén profundamente enraizado hacia la negritud.
El filme, que será sin lugar a dudas uno de los estrenos más redituables del siglo XXI –cinco millones de dólares de presupuesto y doscientos cuarenta recaudados en taquilla– es el primero dentro de una serie de cinco películas de horror social que Jordan Peele pretende realizar en los próximos años, tratando en cada una de ellas diversas monstruosidades sociales, y codificándolas dentro del género del horror.
Además del estupendo guión de Peele, buena parte del éxito de la cinta se debe al brillante equipo que la materializó: por un lado las impecables actuaciones de Daniel Kaluuya como el protagonista, de LilRel Howery como su hilarante mejor amigo, y del perturbador Bradley Whitford que, como el arquetipo de todo blanco doble cara y “progre” que se respete, declara sin empacho: If I could, I would have voted for Obama for a third term. Por otro lado sobresale también la lente de Toby Oliver con su capacidad para jugar con el potencial terrorífico de los espacios abiertos, y finalmente la banda sonora del compositor Michael Abels, quien a pesar de tener una amplia carrera como músico se estrenó en la industria cinematográfica con esta perturbadora y psicótica banda sonora.
Get Out es un filme que se atreve a tratar temas de gran sensibilidad y que sale avante a pesar de su violenta crítica al concepto estadounidense de equidad. Digno heredero de cineastas como George A. Romero, Cronenberg y Polanski, el horror social de Get Out quedará como un evento fílmico profundamente atípico, cuyo éxito demuestra que hay un mercado dispuesto a consumir visiones cinematográficas más propositivas y arriesgadas. Mi única preocupación ahora es que el éxito de taquilla de Peele le permita tener acceso a una mayor cantidad de recursos monetarios, y que termine como un esclavo más de las restricciones narrativas de los grandes estudios. Crucemos los dedos.