Titane

“Estoy solo y soy miserable.

Sólo alguien tan horrendo como yo podría amarme.”

Mary Shelley, ‘Frankenstein’.

 

Fingimos no saberlo, pero la brutalidad es un ingrediente ineludible de nuestras pasiones, y los cada vez más desesperados intentos de la humanidad por domesticar a los sentidos en formas socialmente aceptables, han dejado a la fantasía como el único reducto para sublimar esa violencia animal que nos habita. En resumen: fingimos no conocernos porque, parafraseando a Foucault, nuestra existencia sólo será permitida a costa de nuestra anulación.

En tiempos tan ideológicamente caóticos como los que vivimos, el silencio frente al tabú se ha convertido en el eje rector de buena parte de la producción artística popular, y la incomodidad, que durante siglos ha fomentado el pensamiento crítico, se ejercita cada vez menos ante la furia mediática de los ejércitos canceladores que han convencido a los “artistas” de que lo mejor es no meterse en camisa de once varas.

Sin embargo, en la periferia del pantano del buenondismo existen todavía artistas (sin comillas) como Julia Ducournau, que continúan analizando nuestras tripas con brillantez inusitada. A lo largo de su breve filmografía la cineasta francesa ha escogido bocetar personajes que tienden a enfrascarse en épicas batallas contra su propia humanidad, contra sus instintos más violentos, y sobre todo contra el lugar donde operan en su nivel más primario esas violencias: el cuerpo.

En ese sentido ‘Titane’ se siente como la insuperable culminación de un movimiento ideológico-corporal. Su narrativa, que gira en torno al atípico proceso de embarazo de una psicópata homicida (entre muchas otras cosas que no pretendo revelar por temor a arruinar giros que deben experimentarse desde la ignorancia más absoluta), elabora en su estructura narrativa un formidable acercamiento a los horrores y goces del cuerpo, precisamente violentando al mismo tiempo los tabúes más sagrados de la corporalidad: la maternidad y lo genital.

Las reflexiones de Ducournau sobre la corporalidad de sus personajes pasan por un tratamiento estético cargado de una violencia sexual inusitada. Una violencia que, alejada del espectáculo gratuito, tiene la función de construir a un personaje completamente ajeno a la redención, cuyos crímenes, planteados desde una aterradora maldad sin justificación lógica, engendran en la mente del espectador a un monstruo inaceptable que durante la segunda mitad de la película entra en un inesperado proceso de redención.

Ducournau, conocedora de las filias y fobias de su público, maquila a un monstruo incapaz de ser perdonado, para después destruirlo de la forma más tierna y elegante posible, negando su infinito potencial de maldad al establecer un vínculo afectivo que recupera la humanidad de un ser que pareciera no tenerla. 

Todo lo anterior queda enmarcado de forma inmejorable en el concepto cronenbergiano de “la nueva carne”, que plantea la existencia de un nuevo mesías nacido a partir de un completo cataclismo de las reglas morales y biológicas tradicionales. De esa forma Julia Ducournau transforma al übermensch nitzcheano en una überfrau que nos aterra y maravilla al mismo tiempo, por la forma en la que consigue redefinir desde la radicalidad más absoluta los paradigmas sociales que consideramos inamovibles. 

El argumento delirante de ‘Titane’ encuentra su broche de oro en las actuaciones de Agathe Rousselle y Vincent Lindon. ¡Qué barbaridad! No puedo ni empezar a describir los callejones renegridos desde donde ambos erigen dos de las mejores actuaciones del año, pero el potencial para la brutalidad y la ternura de ambos es algo muy pocas veces visto en una pantalla de cine. Todo esto adornado además con la impecable fotografía de Ruben Impens y con una de las mejores bandas sonoras/mixtapes del año.

“Sólo alguien tan horrendo como yo podría amarme”, gritó desesperado el monstruo de Frankenstein desde la pluma de Mary Shelley dos siglos atrás, y ahora, dos siglos después, Ducournau cierra ese arco narrativo con una historia en donde los monstruos no existen, precisamente porque toda la humanidad es en esencia monstruosa, y el amor entre abominaciones, nos guste o no, es la norma.

GÉNEROS
ESPECIALES
PODCAST

El podcast de @pelidelasemana. Chismes, rants, y todo lo que (no) debes saber sobre el séptimo arte.

Suscríbete

Apple PodcastsSpotify